lunes, 21 de diciembre de 2009




SILVIA OLIVER

Comunión

Los trozos se desparramaron por todo el salón, ¡Me costó horrores encontrar cada fragmento para armar tu rostro! Actué desesperado por la angustia de perderte y me arrojé desde la ventana al piso: Estallé.
Y fuimos uno…Y fuimos miles.

Ya no andaré solo por la eternidad.





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Yo Argentina
(Ó Las Babas de Girondo)

Como él lo dijo: Apareciste efervescente, hedionda, cáustica, rancia, agria, y me fuiste envolviendo en tu consistencia viscosa, adhesiva. Sembraste en mis entrañas tus ideas putrefactas, tus miradas turbias, tus olores pestilentes, y cuando mis huesos quedaron carcomidos, mis ideales viejos y gastados, mis palabras tartamudas de efecto y afecto, te fuiste de mí… Con usurarias amenazas de volver.

Entonces caí de rodillas, me hice un ovillito y lloré hasta quedar oxidada de vos.



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Este oficio de escritor

Querido mío, si me dijeras ahora mismo: Ve por las brazas a la par de mi camino, y no mires hacia atrás solo sigue tu rumbo junto a mí. Juntaría mis papeles, mis lapiceras y te seguiría.
Si en cambio, me pidieras que olviden mis ojos la caricia de la tarde,
y mi cuerpo el dulzor de la noche, obligándome a confinar esta materia en un sarcófago egipcio junto a vos eternamente. Tomaría un par de libros y ahí me tendrías.
Pero no me pidas ¡No lo hagas cariño!… que resigne mis libros, mis papeles sueltos, mis pequeños lapicitos, el tic de tachar ó de escribir sobre lo escrito, las noches en vela con las musas dormidas ó el café frío de esperar un verso.
Esa es mi verdadera fuente de vida ¿Entiendes?
Por que las palabras muerden mis dedos y si no las plasmo me desangro, entonces las sílabas agonizarían gota a gota, y junto a ellas dejaría de existir la parte de amor que te corresponde.
Por ese motivo y no otro: cometería el pecado de abandonarte. Es necesario mi amor que sepas que no estoy dispuesta a vivir desnuda

NORMA BERRETTA

Siempre pensaba en mudarme de casa, era una idea obsesiva, o tal vez algún trauma psicológico que arrastraba desde mi niñez.
Mi primera casa era un departamento de dos ambientes, iluminado completamente; allí fue donde nació mi primer hijo. Todos los juguetes invadían el lugar. En esa casa fue donde aprendí a criar un bebé, a cambiarlo, a darle de comer, a bañarlo. Era todo tan complicado y bello a la vez.
Mi segunda casa era un departamento de tres ambientes, con una terraza que era mi alegría. Ahí ya había nacido mi segunda hija, y los tres juntos disfrutábamos de una “pelopincho” con todo amor.
Mi tercera casa era la ideal, enorme, con tres dormitorios, comedor diario, comedor principal, escritorio, patio y terraza. Ahí disfrutamos de asados hechos por Omar, y también de nuestra pileta, rodeada de hermosas plantas que invadían el patio y la terraza.
Tal vez recién ahora haya alcanzado lo que yo deseaba.

EL GATO Y EL TACHO


ESTHER RODRIGUEZ

¿Qué estará pensando el gato?
En medio de la naturaleza,
Parado en sus dos patitas,
Muy cerca de un tacho.

Pensará que ahí hay comida.
Una lata de sardina.
¿Qué estará pensando el gato?
Entre tantas plantas y hojas,
Pero sin el perfume de una rosa.

¿Estará buscando una estrella
Para llegar a la luna?
Seguro que en vez de queso
Encontrará ratones traviesos.

¿Qué estará pensando el gato?
Tal vez sólo busca una gata,
Para pasar el invierno,
Los dos juntitos dentro del tacho.

CAMBIO DE PIEL

DIANA DE MENDONCA

Apareció de la nada. Pero fue notorio, allí estaba.
Tenía un cuerno enhiesto en la gelatinosa cabeza, textura que contrastaba con el resto del cuerpo .Su aspereza, cuando logré tocarlo, me hizo recordar las reiteradas sequías que asolaban el lugar.
Soledades de campos yermos por los castigos inflingidos al planeta.
Apareció de la nada y desafió al viento que no lo detuvo. Su consistencia de liviandad hacía que tambaleara, retrocediera y arremetiera pero seguía oscilando ante mis cansados ojos.
¿Para qué vino?, ¿Qué o quién era?...su aspecto contrahecho, sensible al manoseo, desgranándose por partes ante las diferentes presiones de los aires, de los vientos, me sacó del ostracismo acostumbrado.
No tuve miedo al tocarlo. Lo hice lenta, muy lentamente. Vi su palidez extrema…¿Nadie lo habría tocado en la orfandad de su vida?...la aspereza era mayor en determinado sectores. Quedó inmóvil y en medio de esa quietud parecía un náufrago silente en un mar terrestre.
Al apoyar mis manos haciendo más presión, noté que el cielo comenzaba a oscurecerse. No sé movió, no me atacó.
Descubrí detrás del cuerno unos ojos tiernos poseedores de cierta humedad; Por éstos lugares hacía tanto tiempo que no había humedades ni rocíos…tanto, que ni nos acordábamos como era llorar.
Acaricié su rostro, tan contrahecho como el resto; al hacerlo sentí una ansiedad creciente. Bajé en la caricia por su pecho desprovisto de músculos; el cielo se oscureció más. Densos nubarrones envolvieron la reseca nostalgia del lugar.
Avanzó. Vi como poco a poco sus alas perdían las plumas para convertirse en cálidos brazos. Me atrajo hacia él. Continué sin atisbo de miedo. Otro sentimiento comenzaba a movilizarme.
Deslicé mis manos por las piernas laceradas. El cielo oscureció más. Su piel, como una especie de encaje sutil comenzó a desgranarse en el suelo.
Al tocar ambos lados de su cuerno, éste fue achicándose, retrocediendo.
Apareció en su lugar un perfil humano y los ojos, que arrojaban lágrimas de alivio, se clavaron desesperadamente en los míos.
Me apretó con los brazos recién nacidos que se tornaron musculosos y fuertes ante el contacto. Quedamos adheridos átomo a átomo.
La negrura de una noche en medio de la reseca mañana descendió al lugar y al corresponder al abrazo de la figura decididamente humana, la lluvia comenzó a tallar en la sequía del terreno, el verde de la esperanza…la maravilla de la vida.
Ya no me importa para qué vino, ni quien quiera que haya sido.
Tomé al hombre, que mutó gracias al influjo del amor, como talismán para no dejarlo nunca.
Ahora, mi corazón late a su ritmo y juntos disfrutamos del río que nos lleva sobre su antigua piel hacia el valle donde levantaremos la cosecha el próximo verano.

miércoles, 25 de noviembre de 2009


LOS ESPEJOS

LEONOR EMMERICH


Sintió un fuerte golpe...

Entró en una habitación, en penumbras, cubierta de espejos. Descubrió por los destellos de los mismos, que un atrapasueños, colgaba del techo, balanceándose sin cesar. Le agradó. Era de tamaño mediano, tenía su infaltable red y parecía estar orlado de plumas. A ella le agradaba soñar…
Se paró, frente a uno de ellos y comenzó lenta y pausadamente a quitarse la ropa. Quedó desnuda. Extrañas criaturas la espiaban desde los ángulos vidriados. Su imagen se repetía en una secuencia interminable.
El cristal frente a ella se plegó en ondulaciones, con matices del gris humo al argéntico. De pronto se rasgó en bordes angulosos desiguales y un pórtico se extendió frente a ella.
Penetró en un pasillo totalmente espejado, que cada vez se estrechaba más y más, hasta que su cuerpo chocó con el borde romo. El frío de ambas paredes hizo temblar su cuerpo y un nuevo portal, le dejó paso.
El paisaje era maravilloso, los tonos pasteles se mezclaban con un estallido de colores en extremo saturados, en una concordancia perfecta.
Seres alados, de diversos tamaños y armoniosas formas, la rodearon. Recordaba haberlos visto espiándola, mientras se desvestía. Ni un mísero trapo cubría sus cuerpos. La


condujeron por un sinuoso sendero, bordeado de flores, mientras sensuales fragancias, la envolvían.
Llegaron a una morada de forma de media luna, construida con piedras semipreciosas totalmente traslúcidas y en extremo delgadas. El recinto era acogedor. La sensación era agradable. En el fondo, en una elevación del piso, se encontraba él, el hombre de sus sueños. La felicidad la invadió, después de tan larga búsqueda, en sus imaginarias aventuras, lo había hallado.
Se miraron, compenetrándose uno en el otro.

Cerró los ojos, volvió a abrirlos, notó que estaba desnuda, tendida en la cama, cubierta por una manta, en una habitación de paredes peladas, con sólo un crucifijo sobre su cabeza.
La voz sarcástica de un hombre, a quien reconoció como su marido, le preguntó:
- ¿Cómo te sentís querida?
Intentó hablar, intentó moverse, no podía; y comprendió que nunca más podría.
Miró para adentro. El atrapasueños se balanceaba…

COSAS DE BRUJAS

PEDRO SOTO

Esta mañana cuando salí de casa, mi bruja salió a despedirme. Suspendió el riego y los rezongos. Me dio un beso y el paraguas. Me pareció que era un día espléndido pero no la contradije. Conozco algo de sus conjuros para hacer que sucedan las cosas.

LA MES A VACÍA

ADELA DEZA

Juani estaba nerviosa y ansiosa, finalmente conocería a Javier. Durante dos meses por las noches, chateó con él.
Por medio de esos diálogos, pudo conocerlo íntimamente, descubrió sus valores, sus gustos, sus sueños y ambiciones.
La impresionó su cultura general. A través de su palabra escrita, logró bucear por todos los rincones de su corazón y se sintió atraída por ese desconocido.
Dos semanas atrás se intercambiaron fotos.
A Juani le pareció un lindo hombre, robusto, de rostro armonioso, cabello ondulado y renegrido, ojos verdes, boca carnosa y sexual. Por su vestimenta descubrió que era una persona prolija y sobria. Fue ayer en el último diálogo, donde resolvieron encontrarse, a las veinte horas en la Confitería “Las Violetas”.
Juani estaba emocionada, pensaba; “¡estoy enamorada!”
Esas charlas tan jugosas y enriquecedoras, ¡le abrían un nuevo camino!...
Puntualmente, llegó a la confitería, al ingresar miró hacia todos lados, para verlo. Lo descubrió en una de las últimas mesas, junto a la vidriera.
Se acercó emocionada, lo saludo y al sonreírle le dijo:
- ¡Por fin nos conocemos!
Él sin levantarse tomó su mano y acercándola, la beso en la mejilla y con una profunda mirada le indicó:
- Sentate, sos tal cual te imagine, ¡hermosa!-.


Juani le sonrió, se miraron embelesados, se tomaron de las manos, se dijeron palabras de amor.
Pasaron dos maravillosas horas, charlaron, rieron, se acariciaron; hasta que él, se incorporó con cierta dificultad y la besó en la boca.
Fue un breve beso, pero a Juani le pareció ¡bellísimo!
Javier piensa que ha llegado la hora de la prueba final.
Con una mirada amorosa le dice:
- Debo hacer una llamada por teléfono.-
Se incorpora, toma los bastones que estaban apoyados a su espalda sobre la silla, se calza los brazos en ellos y camina hacia la cabina que estaba alejada de la mesa.
Juani sorprendida, palidece. Un nudo en su garganta no la deja respirar.
Esta atornillada al asiento, trata de pararse y no puede.
Se siente angustiada, mil pensamientos fluyen en su cabeza ¡¿Qué vida me espera al lado de un lisiado?!
Resuelve: Debo irme. Hace un último esfuerzo, se incorpora, toma su cartera y huye hacia la calle.
Javier la mira y triste piensa: lo sabía ¡era muy difícil que me aceptara!
La mesa que momentos antes fuera testigo de tanta felicidad ahora ¡está vacía!

LOS AMIGOS

NORMA BERRETTA

El campo era como un cuadro, con sus árboles añejos, mucho ganado y un sol que lo devoraba todo.
Debajo de un ombú charlaban alegremente Esteban y Juan, contándose acedotas de sus vidas pasadas, el mate era su amigo fiel.
De pronto el cielo se oscureció, los pájaros volaron asustados, el viento comenzó a llevarse todo lo que encontraba a su paso, una cortina de lluvia hizo que Esteban y Juan corrieran hacia el rancho para seguir con sus cuentos.

viernes, 6 de noviembre de 2009


POR AMOR A SU REINA

ELBA BEATRIZ GALLENTI


Los últimos rayos del sol dibujaban fantasmas sobre el suelo. Las siluetas alargadas se mecían doradas y tenues filtrándose entre las grietas del sendero. Tan reseca estaba la tierra que sus pasos no dejaban la más mínima huella. Miró a su alrededor. Se sentía solo. Su espíritu explorador le había llevado bastante lejos, demasiado, esta vez. Por un momento olvidó su misión de reconocimiento del terreno y pensó en su Reina. Ella, la sublime, la gran diosa. ¡Cuántas historias, cuántas anécdotas de su sabiduría y belleza le habían contado sus tíos, los que le criaron de pequeño. Su infancia estuvo signada por el sacrificio. Desde los primeros pasos supo lo que habría de hacer por el resto de su existencia, y a pesar de todo era feliz; al fin y al cabo cuando se nace esclavo uno no se cuestiona la libertad, simplemente se refugia en sus sueños. Es allí, en la mente, donde las ideas bailan, los pensamientos vuelan y las ilusiones se materializan con la ayuda de la imaginación.
Pero esta vez no había enemigos a la vista, sólo pastizales y flores por doquier. Un trecho más y podría emprender el regreso con las buenas noticias.
Entones la vio. Era como una perla, la más grande y hermosa perla que jamás hubiese podido imaginar. De color ambarino, nacarado, reposaba junto a una hoja seca de fresno al borde del camino.
Se le acercó lentamente, calculando distancias y oteando aquí y allí con sus grandes ojos negros entre la espesura que le protegía de quién sabe qué miradas indiscretas.
Evidentemente se encontraba frente a un tesoro inusual. Algunos de sus amigos hablaban de hallazgos símiles, pero a él siempre le parecieron fanfarronadas de obreros trasnochados.
La perla despedía un perfume delicioso que le hacía recordar a la fragancia aterciopelada de las rosas Dior y a los pétalos crujientes de los jazmines chinos. Sin embargo, notó que no era totalmente circular sino alargada y en uno de sus ángulos, una profunda depresión quebraba la redondez, pero no advirtió señales de rotura. Era así, diferente, tal vez única en su especie.
De pronto una idea que trató de espantar cuando se le posó loca en su cabeza le arrancó una sonrisa. Era la oportunidad de su vida: el mejor y más original regalo para su Reina.
Con la felicidad cosquilleándole en el pecho decidió la estrategia, y con mucho cuidado levantó del suelo su tesoro. Pesaba más de lo que había calculado a simple vista pero con ella podría conocer a su soberana en persona. Esa sería su mayor recompensa. Todos le admirarían y su nombre pasaría a formar parte de los relatos más recordados.
Se puso en marcha mientras la noche descendía serena. De a ratos, la suave brisa que soplaba en dirección al castillo parecía alivianarle el andar. La suerte estaba a su favor. Anduvo mucho tiempo con la preciosa carga al hombro. ¿Cuánto? No podía recordarlo. Con tanta prisa y zigzagueando para evitar los obstáculos había perdido la noción de la hora. Sólo la luna, su fiel acompañante de tantas travesías, lo observaba esquivar piedras y enormes árboles amenazantes mientras él, suspirando, le confiaba en secreto, de reojo, sus más íntimos deseos.
Y así, casi extenuado, mimetizado entre las sombras divisó la gran fortaleza. En el terraplén que conducía a la entrada se topó con varios soldados que, al reconocerle lo dejaron entrar sin dificultad. Mientras cruzaba escuchó sus risas burlonas: _“¡Mírenlo, ja, já, eso que trae es más grande que su cabeza, ja, já!” _ le espetaba uno. _ ¡“Y más que su cuerpo, Jo, jo, jo!”_ bromeaba otro.
Ya en el interior de la galería principal, de oscuras paredes rústicas, amasadas y revocadas a puro pulmón por miles de obreros, la perla se perfilaba nítida y fantástica. Veintitantos guardias apostados en el ingreso a la cámara real chequearon la carga antes de franquearle el paso.
Entonces, la visión de la Reina lo obnubiló. Una cantidad innumerable de sirvientes, doncellas y pequeñuelos la custodiaban amorosamente. Era magnífica. Absolutamente digna del sacrificio que acababa de realizar. Con un último esfuerzo depositó su ofrenda delante de ella. Alzó la vista y la vio sonreír altiva. ¡Era tan hermosa!
Dos sirvientes de caderas anchas como lunas le señalaron fríamente la salida. Más tarde, los primeros gorjeos del alba lo descubrieron otra vez solo y retraído explorando el sendero.
Pero la perla ya no era la misma. Nunca se supo por qué extraño hechizo comenzó a emanar un vaho dulzón, casi transparente y desagradable por momentos que adormeció a la Reina y a su corte para siempre.
En esa época todavía no se sabía que el arroz carnaroli, tan apreciado para el risotto, es ultravenenoso para las hormigas cuando fermenta.

TODAS LAS COSAS

SARAH PETRONE



Me acomodo las gafas y en cuclillas
con el misal en las manos, la hora amansa
las fatigas de un día provechoso
y te ofrezco, mi señora, mi descanso.

Desde el alba, labores y desvelos
han ocupado mi tiempo y mi esperanza
y ha traspasado el límite, mi ofrenda
y me he agotado otra vez, hasta mañana.

Todo lo di de nuevo hoy, sin retaceo alguno
por los hijos, al hogar, al hombre, los trabajos,
a las muchas situaciones de ésta vida
y que por suerte estabas Vos, para ayudarme.

Sostén y cautelosa compañía,
escucho tu voz muy dentro, cuando me hablas
desde cada rincón, donde mi mente
solo siente en el silencio, tu palabra.

Y en este devenir, las horas venturosas,
cuando deja mi cabeza sus sueños en la almohada,
qué bueno es encontrar que estás conmigodesde el principio al final, siempre a mi

¡MUERTO!, ¿QUIEN?

AZUCENA BESTEL DE CAL
(escritora invitada)


Dicen que el tango es “finau”, que ahora es solo “for espor”,
para algún gringo “forrau”, que lo admira por “esnob”.
Yo no me trago ese anzuelo, aunque encarne con salmón.
No se va a morir el tango mientras quede un bandoneón,
mientras suspire una piba que sueña con el amor
y un aspirante a poeta, rime con su metejón.
Mientras un pibe se raje, buscando un mundo mejor
y haya una vieja que rece, por el hijo que piró.
Mientras haya unos amargos, que amenicen la reunión
y la baraja haga magia, en manos del “tayador”.
Mientras un “tungo” se lleve todo el laburo del mes
y un burrero empedernido diga que: “será otra vez”.
Mientras los cuernos adornen la testa de algún chabón
y una mina descarriada, corra hacia la perdición,
haya puntos sin laburo y ni un hueso en el “buyón”,
pebetes abandonados por “madres sin corazón”,
patio, cortada y esquina, curda “manga” y macetón,
habrá tango, tango y tango, nuestra más piola pasión.

Por eso, paren la mano, no se vayan a apurar,
a ver si por apurados, vivo lo van a enterrar.-

HAIKU

ANA MARIA GOGNA
Caen las hojas
Viento sudeste sopla
Tengo más canas

martes, 27 de octubre de 2009


MIRADAS

JUANITA WALFISCH

Norma se había quedado viuda un par de meses atrás, pero, aún seguía con la costumbre de ir a comprar el pan, temprano, en las mañanas; ahora solo compraba un cuarto kilo, cantidad que le resultaba suficiente, para acompañar sus comidas diarias.
Un día, como siempre, atravesó el pequeño jardín que tenía frente a su casa y le pareció escuchar un lamento, casi imperceptible.
Detuvo su andar, agudizó el oído, se quedó muy quieta y esperó.
Repetidas veces el débil sonido la fue orientando, se acercó cautelosa para ver de qué se trataba. Era tan pequeño que, casi, no podía distinguirlo entre el césped.
Allí estaba, parecía recién nacido, no tenía nada especial, era un gato…raza gato, solo su mirada dulce y compradora que la estremeció y la impulsó a levantarlo.
Temblaba, a pesar de ser una cálida mañana de enero. “Seguramente tiene miedo”. Pensó Norma.
En ese instante, muchas fueron las preguntas que acudieron a su mente. ¿De dónde será? ¿Quién lo habrá abandonado en su casa? ¿Se escapó y se perdió? ¿Lo estarán buscando? Y la peor de todas, la que la sobresaltó. ¿Qué hago, me lo quedo?
Se sorprendió ¡Hablaba sola! “Yo nunca cuidé animales, no se si estaremos bien, ¿me acostumbraré, sabré qué darle de comer?
Dudaba… ¿Y si se muere? ¿Qué hago?
Mientras estos pensamientos la abrumaban, sintió como el animalito iba dejando de temblar y se acurrucaba en sus brazos. Se sentía seguro, protegido.
Levantó la cara y la miró fijo, directo a los ojos, su mirada era una súplica.
Norma pensó: “Desde que Armando murió, estoy tan sola, quizás, me sirva de compañía y yo a él”. – ¿Qué tal?- le preguntó sonriendo; parecía esperar una respuesta.
Volvió a entrar. Lo acomodó sobre uno de los sillones de la sala y apuntándole con el dedo índice, le dijo:
-Bien…bien, bien, desde hoy este será tu lugar y te llamarás…te llamarásss ¡Pepe!, así que Pepe, está prohibido subir a las sillas, pues tienen tapizados de gobelino, que es muy caro y se pueden arruinar. Además, nada de saltar sobre la mesa para el té ¿Nos entendemos?
El pequeño gato, mirándola con sus ojos verdes, agradecido y, con un suave “miau”, dio
a entender que aceptaba los términos impuestos por su nueva ama.
Resultaron ser muy buenos compañeros. Él la seguía a todas partes; si era a la cocina, donde comían, se sentaba, esperaba tranquilo, mientras miraba todos los movimientos que ella realizaba para preparar lo que iban a comer.
Cuando Norma se dedicaba al aseo de la casa, Pepe, se paraba en la entrada de la habitación y desde allí, sin mover la cabeza, la miraba sin perder un detalle.
Se inquietaba un poco, cuando ella salía para hacer las compras y, demoraba más de lo normal; entonces, se paseaba, impaciente, por el hall de entrada, hasta que la veía regresar, su mirada se tornaba como de reproche, pero al fin, terminaba acariciando sus piernas, en señal de que había perdonado su tardanza.
Para Pepe el momento de mayor satisfacción era cuando se sentaban a mirar televisión, él se acurrucaba junto a ella, se quedaba muy quieto, entrecerraba los ojos y disfrutaba las caricias de sus manos.
Norma recibía todos los jueves a sus tres amigas de toda la vida; llegaban a las cuatro y media y se iban, más o menos, a las siete.
El té de los jueves era un ritual; cada una tenía asignado un lugar, producto de la costumbre de ocupar siempre el mismo, desde hacía tantos años.
Alicia, estaba casada; conservaba la belleza de su juventud, era delicada y de sonrisa fácil. Ocupaba su tiempo entre su hogar y tres nietas, que la volvían loca de felicidad y orgullo. Se sentaba frente a Norma.
Por su parte, Cecilia, separada desde hacía tantos años que, casi, no recordaba que alguna vez había estado casada, trabajaba medio día para ayudarse, ya que con la jubilación no le alcanzaba para cubrir sus gastos, era la más gordita de las cuatro, muy simpática y tenía el don de contagiar, a sus amigas, su optimismo y alegría.
Ocupaba la silla ubicada a la derecha de la dueña de casa.
La mayor de todas, pero por poca diferencia, era Patricia, hablaba sin respirar, desde que se había quedado viuda y sin hijos, la soledad la impulsaba a desbordarse cuando se encontraba con sus amigas, que la escuchaban con atención, ya que era culta y refinada.
Ocupaba el sitio restante en la mesa.
El primer jueves que vieron a Pepe les llamó la atención, pero, después la costumbre hizo que pasara desapercibido.
Por otro lado, él no se movía de su lugar, jamás las molestó. Parecía haber entendido, muy bien, las palabras que Norma le dijo el primer día que lo trajo a la casa.
Simplemente… las miraba.
Pasaron los años y todo seguía el curso acostumbrado; sólo Pepe cambió, dejó de ser un “gatito” y se transformó en un hermoso gato de pelo gris, brilloso y suave.
Un jueves, Norma, a las tres y media, se dispuso a preparar la mesa para el té.
Acomodó los cuatro individuales, con sus respectivas servilletas, frente a cada una de las sillas, los platos, las tazas de porcelana y las cucharas de plata, que parecían espejos. En el centro de la mesa, sobre una carpeta de macramé, dispuso una canasta con panecillos y galletas caseras, un plato con scones y cuatro porciones de torta galesa. En tres pequeños recipientes colocó mermeladas de diferentes sabores y espátulas para untar.
Cuando estaba acomodando el servicio de la izquierda, es decir, el que ocupaba Patricia, se sobresaltó.
Encontró, por primera vez, sentado en la silla a Pepe, quien con la pata derecha corría el plato con la taza para un costado.
Desconcertada por la actitud, volvió a colocar el servicio en su lugar y, una vez más, Pepe lo corrió, en tanto la miraba entre desafiante y apesadumbrado.
Colmada su paciencia y, con un reto, lo envió a su sitio en el sillón.
A las cuatro y media, sonó el timbre. Llegaron Alicia y Cecilia. Entre besos, sonrisas y saludos acostumbrados, informaron que Patricia se debía haber retrasado, ya que no tomó el tren con ellas, como siempre.
-Seguramente estará por llegar –dijo Alicia, agregando- son tan solo dos estaciones.
-Quizás optó por el colectivo- respondió Cecilia, mientras dejaba su cartera sobre el sillón-a veces no quiere caminar las cinco cuadras hasta la estación.
Esperaron.
Mientras tanto, charlaban despreocupadas de los sucesos de la semana.
Cuando el reloj marcó las “five o’clock “, decidieron no esperar más y se acomodaron, no con poca preocupación, cada una en su lugar de costumbre.
Casi al mismo tiempo sonó el teléfono.
-Debe ser Patricia-comentó la anfitriona, mientras se dirigía para atender.
-Hola, si, ¿Quién habla?- contestó al desconocer la voz del otro lado.
-Si, si, soy yo- respondió
-¡¿Cómo?!- dijo con voz entrecortada mezclada con asombro.
De inmediato rompió en llanto y no pudo hablar más.
Colgó.
Las dos amigas la rodearon y, sus miradas lo decían todo, querían saber qué, pasaba.
Norma trató de recomponerse y sin parar de sollozar, les dijo:- Avisaron que Patricia falleció hace unas horas.
-Pero, ¿qué le pasó?-atinó a decir Cecilia, antes de empezar a llorar ella también.
-Un, un… paro cardiorrespiratorio –fue la respuesta.
Alicia se sumó al llanto con tanto desconsuelo, que terminó desplomándose sobre su silla, casi, al borde del desmayo ante la impresión que le causó la noticia.
Sus dos amigas trataron de asistirla, sacando fuerzas para ayudarla a pesar de la tristeza que también las embargaba.
La reunión se fue desvaneciendo, sólo se habló de los arreglos para encontrarse con el fin de despedir los restos de quien fuera su querida amiga.
Cuando Norma se quedó sola, se acercó a la mesa, hasta el lugar que, de ahora en más, permanecería vacío y un escalofrío recorrió su espalda.
Recordó la escena.
Pepe, sentado en el lugar de Patricia, corriendo la taza en dos ocasiones.
Se dio vuelta y lo miró fijo. Sus miradas se cruzaron y, él sosteniendo la suya, parecía decirle.” Yo te avisé que no iba a venir”
Pasó el tiempo.
Las visitas de los jueves volvieron a reanudarse. Las tres amigas continuaron con sus charlas, sus recuerdos, trataban de que todo pareciera igual, muchas veces nombraban a Patricia, realmente la extrañaban.
Pero, algo cambió en la relación entre Pepe y Norma.
Antes, él la seguía con la mirada.
Ahora, es ella la que, en forma permanente, lo observa.
Sobre todo los jueves a la hora del té y cuando ve que, Pepe, merodea cerca de las sillas.

“UN HOMBRE MAYOR”

ADELA DEZA


El coche arranco rápido, sentadas iban tres hermanas, adelante su anciano padre.
Las jóvenes charlaban animadamente, sin darle ingerencia a su progenitor, que permanecía en absoluto silencio.
Ramón es un octogenario, de cuerpo magro, bajito, enjuto, pelado … ; está deteriorado por el paso de los años.
Excesivamente sordo. Por suerte no escucha lo que hablan sus hijas.
Una decía: -últimamente está insoportable, se levanta de noche, no encuentra la luz para ir al baño, tira las sillas o cuanto encuentra a su paso. Si sigue así, lo llevo a la pieza de servicio, que tiene el baño al lado y así voy a poder dormir-.
La otra comentaba: - en casa se tomó la costumbre de hacer ruido cuando toma la sopa y mastica con la boca abierta, a mis hijos ¡les da asco!.
El viejo mira por la ventanilla pasivamente, con esa indiferencia que parecen tener los ancianos, cuando no les interesa lo que pasa a su alrededor.
De pronto se detiene el auto. La que conduce vuelve a hablar.
-¡Abrí la puerta!, que yo saco la valija-
-Bueno, vamos papá, agárrate de mi brazo, pisa bien, a ver si te caes-.
-¿Dónde estamos?, ¡ah! En lo de Cecilia, ¡qué buena es mi nuera!-.
-Sí, este mes te toca con ella-.
-¡Qué bien!, ¡qué buenos son mis hijos!, ¡qué buenos!-.
Lo conducen lentamente hacia la casa, trasponen la vereda y tocan timbre.
Cecilia los recibe, con rostro serio y disgustado.
El hombre mayor, esboza una sonrisa y al darle un beso en la mejilla le dice: -Gracias querida. ¡Qué buenos son todos conmigo!. Tengo que darle gracias a Dios por los hijos que tengo!-.

SABRA *

ELBA GALLENTI

Así es, hijo mío, sé sincero,
antes que a nadie, a vos mismo,
y cuando andando caminos
tu entorno se haga desierto,
verás que sin descontento
tu vida se siente sabra.
Sabra de pétalos fuertes,
blanco perfume en la arena.
Atrevimiento glorioso.
Cuanto más solo de lejos
se mostrará tu presencia.
Allí donde nada crezca
serás oasis de vida.

Buscá la paz, hijo mio,
desconfiá de las alturas,
que el águila que deslumbra
vuela sola. No comparte,
no domina.Sólo mira,
apetente y solitaria
desde arriba.

(*) flor del desierto de Néguev

viernes, 2 de octubre de 2009



TRES VASIJAS

AUTORA CARMEN BRUNO


Presencias de las sierras,
pendones y espadas
en pro de la conquista.
Se derraman por igual
la sangre del nativo y el hispano
sobre la tierra fecunda…
Pero sólo germina la del blanco,
se expande en riquezas
se multiplica en ciudades.

Del nativo sólo restan
fantasmas rondando las pircas
y en el sucio anaquel
de un incierto museo
tres vasijas.



CONVENTILLOS

AUTORA: ELSA FRIGENI MUSACH

Deseo hallar la diferencia, que sin duda existe, entre un conventillo, que tantas veces fueron descriptos por plumas famosas, con el edificio de catorce pisos en el que vivo.
Busco con empeño la disparidad.
Sin proponérmelo, después de convivir durante veinte años con tantas personas, les tomé cariño a mis vecinos.

He visto nacer a muchos de lo ahora son adolescente. Escuché en las noches el llanto de esos bebés. No me molestaban, era lo único que podía hacer un recién llegado a este mundo. Cuando nacieron los mellizos del cuarto, yo vivo en el tercero, oía los pasos de los padres paseándolos hasta que se calmaban. Ahora ya son los de ellos junto con sus juguetes. ¡Cómo pasó el tiempo, ya tienen un año y medio, están hermosos son igualitos!.
Por lo general somos tranquilos, si no fuera que sin darse cuenta, dejan mal cerradas las puertas de los ascensores y no responden al pedido de ¡ASCENSOR! repetido varias veces, a mí me cuesta transitar las escaleras, pero... hay que aceptar estos inconvenientes, sobre todo cuando quedan en la planta baja, se comprende que salieron muy apurados por llegar al trabajo o al colegio, son muy cumplidores con los horarios.
A la hora de la cena pasa algo que me da un poquito de asquito, es el aroma que sube o baja de las cocinas de los departamentos. Claro que yo comprendo cada uno hace lo que quiere o puede, pescado, milanesas, salsas, puchero, bueno... a mí me molesta porque a esa hora yo tomo un tecito con leche con tostadas con miel, no me conviene acostarme con el estomago cargado, por los años que tengo, me dijo el médico, y yo le hago caso, si no duermo mal.
Igual de noche me despierto cuando de pronto se oye el vocerío del matrimonio del quinto recriminando a su hijo , y a la chica también ¡eh!, ¡te dimos permiso hasta las doce y mirá la hora que es y en que estado llegas!. Yo prendo mi velador y observo el reloj, son las cuatro de la mañana , pero, ... pobre pibe, quizá está transpirado porque llegó caminando, con las huelgas sorpresivas del transporte que cuando no son los trenes son los subtes y ¡cuantas veces los colectivos!. Pobre muchacho lo tienen que comprender. La semana pasada la discusión fue con la hija, pensar que a estos los conozco desde la panza de su mamá.
En mi piso hará dos años que se desocupó un departamento y lo alquiló una muchacha. Con esta duermo menos porque a cada rato llama al ascensor baja y enseguida sube y repite esto varias veces durante la noche, creo que tiene menos memoria que yo, debe olvidarse de comprar cigarrillos o pastillas de menta o caramelos ácidos, tiene suerte que el quiosco está abierto toda la noche, la pobre después duerme todo el día, recién sale a dar una vuelta a la tardecita. Claro que yo tengo el sueño muy liviano, como se dice, y como soy muy mayor no necesito dormir tanto.
La vez pasada, era de día. Sentí unas sirenas y me asomé al balcón, había llegado un móvil policial y detrás una ambulancia, ¿qué ocurrió?, Según me dijo el encargado del edificio, un señor que vive en el séptimo con su esposa llegó mas temprano de lo acostumbrado porque se sintió enfermo en el trabajo, pero como es muy nervioso se peleó con su mujer porque encontró en su casa a un señor que había ido a visitarlos y en vez de ser cordial con esa persona comenzó a los golpes con él. Bueno en definitiva a la mujer la sacaron en camilla y rápido salió la ambulancia, y a los hombres los llevó la policía en el móvil.

No todo es molesto. En ocasiones se hace presente la solidaridad.
Está aquella vecina que alcanza un tazón de caldo a una persona que está con gripe, y otra que va a la farmacia en busca de un medicamento, o nos ofrecemos a cuidar a una criatura cuando la enferma es la mamá o un imprevisto la obliga a salir rápido, o sacar de apuro a la que está preparando un postre y no le alcanza el azúcar, la del departamento de enfrente la salva.
He hecho amigas porque necesitan compañía. Una charla, un té, unos mates ayudan a salvar la situación. Los añosos salimos favorecidos en esta maraña que nos rodea. Siempre aparece, sobre todo en días muy fríos o lluviosos, de algún piso una persona, incluido el encargado, ofreciéndose para irnos a comprar alguna cosa que necesitemos. La concordia está presente.

Llego al final y no encuentro la diferencia que creí hallar.
Los seres humanos cambiamos en apariencia, en costumbres particulares, pero los sentimientos y o problemas salen a flor de piel en grandes conventillos horizontales del l900 como en los grandes conventillos verticales del 2008.

BASTIANO

AUTORA: JUANITA WALFISCH
El cuerpo de Patricio yacía boca abajo, sobre la escasa hierba del campo de batalla.
Tenía los ojos cerrados; un intenso dolor en el pecho, cerca del hombro derecho, lo mantenía inmóvil
De pronto sintió, sobre el costado izquierdo de su cuerpo, un suave empujón. Algo o alguien estaba tratando de sacarlo del estado de desvaneci miento en el que se encontraba.
Pestañeando muy lentamente comenzó a tomar conciencia del lugar.
Con la cabeza, aún, apoyada sobre el suelo, observó la escena que se presentaba ante él.
El campo era un tendal de cuerpos destrozados por la lucha, uniformes de los dos bandos se había unido en ese trágico final que les era común.
Se encontraba en presencia de la muerte, el olor de la sangre penetraba por su nariz e inundaba sus sentidos. Pudo escuchar los gritos de dolor de otros sobrevivientes, que parecían llegar a sus oídos de todas partes.
Nuevamente sintió sobre su costillar izquierdo un empujón.
Giró un poco la cabeza y pudo ver a su caballo, Bastiano, que con el hocico insistía en reanimar a su amo.
El soldado intentó levantarse, pero el dolor de la herida lo obligó a desplomarse, casi, al borde del desmayo.
Sintió la tibieza de su propia sangre que había formado un pequeño charco, sobre el cual cayó.
El noble animal caminó unos pasos, se acercó de manera que la mano izquierda de Patricio pudiera tomar la rienda y ayudándose con ella, consiguiera ponerse de pie. Temblaba.
El dolor lacerante del hombro, casi, no lo dejaba respirar.
Apoyado sobre la montura, tuvo una visión completa del horror.
Los cuerpos desmembrados yacían por doquier; la sangre y la pólvora formaban una combinación irrespirable, los gemidos de algunos moribundos, lo estremecían.
Contrastando con tanta destrucción, divisó a lo lejos las colinas, verdes, exuberantes, bañadas por el sol de un atardecer para el olvido.

Bastiano dio un paso, el movimiento sacó de su ensimismamiento al joven.
Con gran esfuerzo, lo montó.
El caballo, tratando de esquivar los cuerpos inertes, comenzó a alejarse.
Se dirigió por una huella que se internaba en un pequeño bosque.
Parecía saber que ese camino, de árboles con sus troncos enérgicos y aromáticos, de ramas frondosas y hojas frescas, daría a su amo el alivio del aire renovado que lo llevaría por el sendero de la esperanza hacia la vida.

¿VERDAD O CONSECUENCIA?

AUTORA: SILVIA OLIVER


José y Alicia, cada vez que se iban a ratear, monopolizaban el mismo punto en común que los otros chicos para reunirse, la calle de atrás del colegio, ese martes era unos de esos días de rateada masiva.
Asistían a la Escuela media n°4 de Gerli, en ese entonces el colegio usaba el edificio de la 37 que estaba sobre Lacarra. Ambos cursaban el 1° año 3° división del ciclo polimodal vespertino, entraban a las cinco de la tarde hasta las diez y veinte de la noche ó a las once cuando tenían séptima.
Que se pusieran a salir fue una casualidad, ella le estaba haciendo gancho a una amiga, entre que… Siiii, que después le digo en el otro recreo, me parece que mejor no,.. fueron pasando los meses y, lo que al principio se trataba de llevar el mensaje y retirarse, con los días pasó a ser una excusa para charlar.
-¿Alicia, jugás a verdad ó consecuencia?-
- Dale-
-¿Y vos José?-
- Está bien-
- ¡¡¡Vengan para acá “monguis”!!! No hagan ruido, que si nos descubre la Pepa nos liquida-
Otro lugar en común era el laboratorio cuando querían ratearse de una clase que generalmente era dibujo, (total “la Isis” nunca se daba cuenta). El Buchi tenía una copia de la llave del laboratorio, heredada del hermano mayor, que en su momento había sido ayudante de la López (la de química) y le había confiado una llave. Por supuesto que él se encargó de duplicar.
Con las luces apagadas y escondidos debajo de las mesadas de mármol, creaban durante un rato un mundo perfecto, al tamaño de ellos, con sus reglas de juego, sistema de convivencia, roles, con su justicia y también sus injusticias, una orbe dentro de otra.
- Mónica, ¡verdad o consecuencia!-
- Verdad-
- Es verdad que te gusta Castro-
- ¡¡¡Hay siiii, me súper gusta!!!-
- Castro, verdad ó consecuencia-
- ¡Consecuencia!-
- Tenés que “rascar” diez minutos con Mónica-
Así se formaba el círculo, por supuesto siempre se contaba con la complicidad de la mediadora de turno.
- Alicia verdad ó consecuencia.-
- Verdad-
- ¿Es verdad que de tanto llevarle mensajes de Claudia a José, ahora el te súper gusta?-
- Si, loca, ¡yo te lo conté a vos! pero no tenías que quemarme-
- José verdad ó consecuencia-
- Consecuencia-
-¿Quién dijo que tenés que ir con Alicia debajo de las piletas y rascar con ella por diez minutos?-
- qué se yo, ¿vos?-
-no ¡¡¡perdiste!!!-
- Adri, verdad ó consecuencia-
Y el juego seguía, a veces se trataba únicamente de pasar el momento, otras se formaban esas especies de noviazgos que para ellos eran vergonzosos, y para las chicas prometedor.
De esa manera comenzaron a salir.

Cada uno arrastraba un bagaje de cosas, algunas propias de la adolescencia, otras… heredadas, de sueños, de fracasos, de mal aprendizaje, de mala educación, de educación desinformada, de falta de información.
Ellos no registraban el “no te metas, por algo se lo llevaron, ¡está el toque de queda! No podés andar en la calle…estamos en estado de sitio”… ellos a sus quince años él y trece ella, a pesar de vivir en los finales de los ’70, no registraban su entorno, no fueron educados para registrar el entorno, sino para obedecer el ¡No! ¿Por qué? ¡Porque no! ó ¡Si! ¿Por qué? Porque sí…ese era el motivo que los empujaba a buscar desesperadamente un lugarcito para respirar libertad y por unas horas afloraba la rebeldía natural de los adolescentes, haciéndolos tangible en sus rateadas.
Así con el tiempo seguían juntos, ella cumplió los quince él dejó de estudiar, pero seguían viéndose en la puerta de la escuela, y en casos como el de ese martes, robarle unas horas a la persecuta de los adultos.
Ese día Alicia lo va a recordar por dos acontecimientos uno muy importante en ese momento, otro, el tiempo y la historia le contaron de su trascendencia.
-Allá viene el Tano, avisále que hoy no entramos que nos rateamos todos-
-¡Corran, que viene la preceptora! ¡Dale Gallega que viene la Pepa!-
Generalmente, era la forma de terminar la tertulia se dispersaban rápido, algunos iban hacia la placita de Bustamante, y los enamorados hacia el puente Delaserna, ¿La excusa? pararse arriba del puente y esperar que pasen los trenes, por su condición deplorable temblaba toda la estructura y más cuando se cruzaban los convoyes que iban hacia ambos lados. La realidad era que esa zona estaba menos iluminada y los enamorados podían jugar a ser adultos tratando de descubrir su despertar sexual.
Temática que no manejaba muy bien Alicia. -¡Vos tenés que cuidarte, los hombres quieren hacer la porquería y después te dejan embarazada!-
-¿No entiendo, cuidarme cómo mamá?-
- Mejor, lo único que tenés que entender, es que al matrimonio se llega virgen-
Lo poco que sabía era lo que charlaba con las otras chicas y generalmente, esta no era una fuente confiable. -Mirá, primero sentís que te duele y después ya está-
- Pero… ¿Cuánto dura el dolor?-
- Un minuto, que se yo…-
-¡¿Y ya está?!-
- Y si… ya está… no sé… ¿hace fiesta de quince Adriana?-
- No el padrastro no la deja… pero seguí contando…
Así saltaban de una investigación a la otra cada vez desinformándose más.
Esa noche el puente estaba más solo que nunca, eran ellos cuatro Alicia, José, Adriana y el negro Castro, aventurándose al temblor del puente y a la suerte de conseguir algo más.
-¡Dale, que te cuesta!-
-No-
- Yo te cuido, te juro, sé como cuidarte-
-No, te dije que no-
- ¿Te da vergüenza? Mirá que no se lo cuento a nadie. ¿Es por vergüenza?-
- No… no quiero, ¡me dá miedo!-
-¿Miedo de que boba? Si no te va a pasar nada, te juro… dale, loca, ¡decí que sí!-
-Pero acá arriba del puente ¡nos van a ver todos!-
-¡No! Vamos allá atrás de la calesita-
- Pero Adriana…-
- El negro y Adriana también van para allá, dale vamos-

Tomaron coraje para cruzar el tramo que les faltaba del puente y dar un nuevo paso en la vida. Cuando volvieron a bajar las escaleras, frente a ellos como aparecidos, estaban dos hombres de gruesos bigotes, con caras de padres acusadores. A medida que se acercaban, parecían más altos, más grandes, sus uniformes más azules aún.
-¿¡Qué hacen aquí?!-
-Nada Señor- contestó el negro Castro que era el mayor de los cuatro.
- ¡¡¡ Maidana, revise a los pibes!!!-
-¡¡¡No por favor señor no estábamos haciendo, nada!!!-
-¡¡¡De donde vienen!!! No saben que estamos en estado de sitio-
- Estábamos en la placita- una voz finita salió de José. Alicia y Adriana comenzaron a llorar, el miedo había invadido su cuerpo, el metro noventa del negro Castro se perdió en la inclinación de su espalda, estaban desfigurados. Les habían enseñado tenerle miedo a la autoridad.
- Mocosos de mierda, después si les pasa algo la culpa es nuestra ¿¡No?!-
- No señor-
- Maidana, ¡súbalos al coche!-
Los cuatro lloraban, tenían miedo de que los padres se enterasen. Ya se imaginaban los castigos que iban a recibir en sus casas, el grito de sus madres ¡Por qué me haces esto!¡Yo que te doy todo, casa, comida, ropa, y vos me haces esto!... el desprecio de los padres ¡es tu culpa, se les da de todo!¡trabajo todo el día y encima vengo y me tengo que hacer mala sangre!¡Si sigue así que se vaya a la calle!¡No lo quiero más acá!.
Y así fue, cada uno recibió un castigo, meses sin salir las chicas, confiscarle el sueldo entero a los chicos, la advertencia del agente- Señora cuídela, diga que la encontramos nosotros…y la trajimos directo a su casa… podía haber sido distinto… Y vos toda una señorita, ¡¿no te dá vergüenza hacerle esto a tu pobre madre?!-

A Alicia le queda el recuerdo de su último año de secundaria, después dejó el estudio, dejó a José, dejó su adolescencia, y guardó los recuerdos. El tiempo se encargó de demostrarle que aquella noche fueron dos las anécdotas que le quedaron para contar.
AUTORA: GRACIELA MORENO

Casi…diez décadas recorrí,
sonrisas/ lágrimas
lágrimas / sonrisas
entrelazadas a los latidos de mi corazón.
Hoy la luna, me acaricia sutilmente,
cierro los ojos…
La niña pasa a mi lado,
canta …baila…sueña…
Llega hasta los brazos de su bisabuela
y se duerme mientras Luisa ,entona
una canción italiana en sus oídos.
¡Niña, niña!
Casi… diez décadas, habitas en mi alma.

martes, 29 de septiembre de 2009


Búsqueda

AUTORA: MERCEDES PEREYRA

Sentada, con la vista fija y todo su cuerpo temblando lo observaba.
El laberinto la invitaba a entrar y ella comprendía que este no era tal, si se esta afuera. La acción se da dentro y él la invitaba a la acción.

Su recorrido implica un transcurso de tiempo y espacio y por lo tanto también una narrativa.
Si pensamos solo en un muro, pensamos en una especie de serpiente, en un jardín o en un dibujo de espirales con una entrada y una salida.
Lo imaginamos a vuelo de pájaro, lo cual significa que siempre pensamos en un laberinto desde afuera y arriba… y es natural.
Si queremos recorrer el secreto del mismo, la mejor posición para hacerlo es a través de la contemplación del todo.
El placer de un laberinto-parafraseando a Roland Barthés- está en el recorrido que hacemos de el.

Asomada a la ventana, acepta el desafío y asume que el laberinto, es un lugar donde es fácil entrar, pero difícil salir y en cuyo interior quedará sometida a una serie de opciones de resultados imprevisibles.
Se siente como el Minotauro condenada por los dioses a ser cruel, encerrada en el fondo de él.
No soporta más la presión y se lanza a recorrer e internarse en una serie de pasajes, galerías y cámaras, mientras la desventura y la ansiedad hacen presa de ella hasta que, en el fondo del corredor se topa con la luz.
Abundaron en su trayecto corredores sin salida, altas ventanas o aparatosas puertas que daban siempre a celdas o pozos oscuros.

Pero al llegar, culminando su desesperada búsqueda, la ciudad la sorprende dominando por lo imponente y colosal y la aterroriza invadida por formas altaneras y masivas, donde lo sublime desaparece.


Escritura, lectura y corrección

Lectura de producción literaria


Taller en la Casa de la Cultura

LE ESCRIBO A LA JOVEN QUE FUI…

AUTORA: BEATRIZ COBOS
Estoy sentada frente al ventanal que da al parque.
Tengo entre mis manos una fotografía sepia, que me muestra a la joven quinceañera que fui. La aprieto junto a mi pecho y pienso: ¡Beatriz, cuántas ilusiones y emociones saturaban tu vida por aquellos días! Creías que al mundo lo podías atrapar con sólo quererlo. El amor era tu motor de vida, por una mirada del chico querido dabas mil vueltas manzanas. ¿Te acordás los primeros paseos con él? ¡Ah! Eso sí, acompañados por alguna de tus hermanas, no estaba bien visto que los novios salieran solos. Después como un remolino de sucesos y hechos llegaron los momentos inolvidables, la boda, los nacimientos, los títulos y las ausencias… Uno a uno se fueron, en pos de sus propias vidas. Entonces la casa quedó grande… inmensa. Había rostros amados por todas partes: juguetes, cajitas de música y hasta marcas atrás de la puerta de la cocina, señalando lo que cada uno iba creciendo los primeros años. Nunca quise mudarme, porque en cada cosa que miro, siento la emoción de lo vivido. ¡Si hasta identifico por el olor a sus dueños! Y yo lo disfruto.
Cuando los ciruelos blanquean de flores me emborracho con el perfume, me acuerdo de las diademas y pulseras que hacía con ellas, cuando niña. ¡Fui feliz! ¿Seré conformista? No, después de tanto vivir he aprendido a gozar de lo que cada instante me presenta. Cada surco en mi cara es un rastro de vida. Cuando siento que la soledad me invade o los años me pesan, recurro al arcón de los recuerdos y entonces vuelvo a revivir en la muchacha que fui, con todas sus ansias y utopías… Y me veo como ayer envuelta en las galas blancas de mis jóvenes años, y me mareo con las vueltas y giros de aquellos pasos de baile, y entonces siento que la vida merece ser vivida y disfrutada hasta el último brindis.

ALEGORÍAS

AUTOR: RODRIGO TACACHO
Quise atesorar
mil recuerdos…
Quise poseer
la eternidad
entre
mis manos
y
melancólico percibí,
que el mar
no se puede
atrapar entre mis dedos.
Y en ese instante…
Me obstiné,
me empeciné
en aguardar
bajo
la refulgente luna,
la palabra
inspirada del poeta
que glorifica
los deseos,
imaginándolos parte
de un mismo sueño,
alabándolos
como remotas
alegorías nocturnas,
que
se tornarán
en luz de razón.

APUNTES A LA HORA DE DORIR

AUTOR: OMAR ARGENTINO GALVÁN

Sin darme cuenta, me descubro haciendo lo que ella, pasa algo y me echo a dorir. Dorir no es más que dormir, pero con ganas de morir. No necesariamente son ganas de morir, son ganas de eso, de dorir. Morirse un rato (largo para un sueño, corto para una muerte) y levantarse esperando que todo –o gran parte- haya pasado. Claro que el dorir es adictivo. Uno se duere y quiere seguir duriéndose, a toda hora, a cualquier hora. Y espera... pero nada pasa. Nada pasa. Siempre hay otro. A veces me duermo (de dorir) con la esperanza de encontrarnos en un sueño. De encontrarnos realmente en un sueño, que al despertarnos corramos de una punta a la otra de la ciudad que no duerme. Pero no pasa. Nada pasa, y hasta suelo olvidarlo todo al despertar para recordarlo recién cuando el espejo también gastado del botiquín me devuelve.
Lo de encontrarse en un mutuo sueño simultáneo se nos ocurrió cuando era chico mirando un dibujito de Bugs Bunny en donde eso sucedía. Con Julián jugábamos a que nos íbamos a buscar de noche. Nunca nos salió. Por esos días, lejanos días, jurábamos intentarlo siempre hasta lograrlo. Pero ya ven; los chicos, las mujeres y las malas canciones utilizan los “nunca” y los “siempre” con absoluta impunidad. Y ahí nos tienen a Julián y a mí, durmiendo sin intentar... Ahí está, la pueden ver acompañada en la misma puerta que nos vio. Y acá me tienen a mí, repetitivo como siempre, moralista como nunca, un poco destapado para dorir.

DIARIO DE LA DEMASIADO CERCANA
MUERTE DE MI PADRE 10 DE MAYO

Volviendo a Avellaneda lloré al ver el amanecer desde el puente. Sentí que ahí estaba mi viejo: uno más trabajando en las tramoyas del nuevo día, en el arnés del sol.

NOVIA

Mi última novia duerme entre flores, sueña un color. Por ella soy capaz de beber el agua de todos los cementerios.

LOS NUEVOS RICOS

AUTORA: NORA DÍAZ

En el condado de Villa Domínico, justo en el barrio residencial de Corina, una nueva familia ha asentado su próspera y rica humanidad.
Se trata de los García Fernández Pérez que tuvieron la buena fortuna de ganar en el Bingo Avellaneda, una jugosa cantidad de dinero, y pensaron que no hay nada mejor como mostrarse ante los vecinos en toda la amplitud de su riqueza, “para que revienten, vio?”
Lo primero que hicieron fue comprar un terreno, es decir, una manzana. Parquizaron con pinos y ombúes, y en el medio levantaron una suntuosa y rica propiedad. La llenaron de obras de artes y objetos de alto valor, y decidieron dar una fiesta para ingresar con todo en la alta sociedad.
La familia está compuesta por: el Cholo, ex camionero de la empresa El pozo ciego brillante, que se dedica, justamente, a esa tarea tan importante…
Zulema, la esposa, especialista en dietas alimenticias para la pérdida de peso. Ingresó al grupo ALCO y al poco tiempo se retiró con la convicción de que es mas importante ser una gorda conocida que una obesa anónima. Pesa ll8 kilos y mide un metro cuarenta y dos, comentarios al margen.
Los mellizos Axel Brian y Johnnatan Hilt , adolescentes, diecisiete años, acné y sobrepeso, no se bañan por falta de tiempo. Además, “si no jugamo en la tierra, ¿de que nos vamo a ensuciar?” consumidores a full de gaseosas, comida chatarra, televisión y juegos virtuales.
Recurrieron a la empresa de “Fiestas y eventos la Piñata Loca” y ellos le organizaron todo…
Al Cholo lo único que le interesaba, era que hubiese comida y vino, “que no falte nada que no falte” el resto no era tema de su incumbencia.
Los mellizos quería chicas jóvenes, no porque pudieran abordarlas, sino porque les encantaba ver buenos escotes y piernas desnudas, y en base a eso dejaban volar su imaginación…¡y hay que ver como se imaginaban todo!¡horas y horas de imaginaciones!
Zulema fue mas astuta, y pidió información sobre algunas cosas puntuales para poder tener tema de conversación. Convengamos que ella no era muy instruida, su lectura se limitaba a Diógenes y el Linyera de Clarín, la revista Papparazzi en la peluquería y alguna receta de comidas de los envases de harina. Pero se preparó como corresponde a una gran dama, y se movió entre los invitados como una lady.
- Señora, ¡su casa es maravillosa!- Adularon
- Si. Todo es de primera calidad, las escaleras son de mármol de carrera , las pinturas son originales que elegimos con mi marido, los invito a verlas - y explicó.
- Esas son las monjas desnudas de Goya que pintó un gallego hace mucho tiempo, dijo refiriéndose a las majas desnudas. Luego pasó a una muy buena copia de La Gioconda, y explicó, con buen criterio, que “Hicimos hacer una copia mas grande, porque el cuadro de Leonardo era muy chico, a mi me hubiese encantado que la hicieran mas sonriente, pero en fin…no me hicieron caso” Al lado se encontraba un cuadro de Frida Kahlo titulado “Autorretrato con mono”, pero Zulema remató su visita guiada diciendo que “y esta es la mona lisa”.-

Graciosamente se acercó a la ventana que daba al parque, e invitó sus invitados a observar dos fuentes que intercambiaban chorros de agua y explicó.
- La fuente de la derecha representa a las sífilis mujeres muy flacas y desnutridas, y la de la izquierda es la fuente de las sardinas , por Las Nereidas de Lola Mora.
Habló del mobiliario, de las alfombras, del personal de servicio, y comentó que sus hijos pronto correrían en fórmula I .
No faltó quien se interesara por este detalle, y preguntaran sobre el cuando y porque, a lo que contestó con la soltura que se había hecho carne en ella.
- cuando no se, pero la DOTORA me dijo que los dos tienen características de AUTISTAS.
Cuando los invitados pensaban que esta reunión sería inolvidable para ellos, llegó la frutilla de la torta, fue cuando, subiéndose a una silla invitó a todos a cenar a los gritos, y remató la sugerencia diciendo:
“por favor, no se lleven nada, miren que estamos estrenando, para que ustedes coman con el mayor de los lujos, una importante vagina de plata con copas de cristal rocoso.”

La fiesta fue increíble. Por semanas Zulema llevo una sonrisa de triunfo pegada en el rostro. Para los invitados…también fue difícil de olvidar.-


Nora Díaz presentó su libro "Punto y coma" en instalaciones del Centro Cultural Barracas al Sud.
Participa de los talleres de los viernes


Grupo literario de los viernes
estamos desde 1996 en el Centro Cultural Barracas al Sud

CANCIÓN POR JUANITA


AUTOR: PEDRO SOTO


Una mano traviesa ha colocado
tu carita de uva en la pantalla,
dos farolitos negros que me conducen
por el dulce camino de la nostalgia.

Y siento que me miran en tus ojitos
los infinitos ojos del universo,
un racimo de Juanas que me iluminan
caminando la sangre del sentimiento.

Y me voy por tus ojos hacia otro tiempo,
a buscar las caricias de su regazo,
a compartir historias mate y costuras,
con la risa y los sueños de mis hermanos.

Y siento que me miran en tus ojitos,
los ojos del regazo de mi inocencia,
esa Juana más vieja, piel de tabaco,
con misión de semilla sobre la tierra.

Cuando cierren mis ojos quiero llevarme
tu carita de uva, con mi silencio,
para alumbrar la noche de los olvidos
y sentir que la muerte…sigue viviendo.

TRES MUJERES



AUTORA LELY PEIRANO


Ellas sabían y por un acuerdo tácito se habían acostumbrado a ello, el padre pasaba una breve temporada y luego desaparecía. Él tomaba su valija, abrazaba a su mujer y a sus niñas y después se iba. Al llegar a la esquina, sacaba el brazo por la ventanilla saludaba cariñosamente y aceleraba.
Entonces las mujeres entraban a la casa y continuaban con sus tareas. Desde ese momento nadie mencionaba a papá.
El dinero habido en la casa, si se llevaba una vida metódica era suficiente, es más les daba cierta holgura como para ir periódicamente al cine, a tomar el té al “Cisne Azul”, o comprase algún vestido de moda.
La familia, a pesar de las oleadas de rumores y maledicencias, era feliz...
Las niñas sentían arder las orejas cuando volvían del colegio y las comadres que barrían las veredas murmuraban en voz baja:_¡¡ viajante de comercio no es, así qué vaya a saber una, a qué se dedica este hombre!!....
También la madre (que era maestra además de joven y bonita), más de una vez al volver de su trabajo, tuvo que ponerle los puntos sobre las ies a algún vecino que al verla sola, se pasaba de la raya.
Lo sorprendente y lo que ellas no contaban a nadie, era que en los fondos de la casa mantenían unas palomas mensajeras con las que seguramente se conectaban con el ausente. Y digo sorprendente porque en esta era de las comunicaciones: teléfono celulares, fax, internet, comunicarse con palomas sonaba ridículo.

Regularmente se distribuía en la parroquia y en la santería del pueblo un periódico católico proveniente de la capital que informaba sobre catequesis, santoral, información vaticana y todo tipo de noticias referente al clero y a las actividades del laicado. Como costaba unas pocas monedas, la mayoría de los fieles lo compraba.
Ese día (recuerdo bien que fue un 20 de septiembre, porque yo había concurrido a la panadería a comprar los pancitos de viena para el festejo del día de la primavera) los vecinos se empujaban por leer una noticia del mencionado diario. Mediante algunos codazos, pude llegar al meta y asombrado más que asombrado, espantado, leí:

“Su reverendísima santidad, el actual Papa, ha ascendido a la categoría de Obispo de Paraná a Monseñor Oscar Miranda, cura párroco de la Parroquia “Nuestra Señora de Fátima” de la localidad de Las Lomitas –provincia de Buenos Aires.”
Debajo del artículo, una nítida foto, no dejaba lugar a dudas, ¡¡se trataba del marido de....Y del padre de las!!...
En un minuto se armó la tempestad: los más violentos del pueblo, armados de piedras y palos, se dirigieron a la casa de las mujeres, otros se juraron no dirigirles más la palabra. Y la directora del colegio privado donde trabajaba la madre, la destituyó inmediatamente, mientras rescindía de la matrícula a las niñas.
Cuando llegó la horda, las palomas enfurecidas se volvieron contra los atacantes y les picaron los ojos, luego asociadas a los pájaros del lugar, custodiaron a las mujeres hasta la estación de tren, y las acompañaron un largo trecho del viaje
Ahí ellas se prometieron no volver jamás a aquel pacato e intolerante pueblo.

LA CAUDILLA

AUTOR: AMERICO BARRACHA


Como un anuncio de la declinación de su estrella, sintió Francisco Ramírez la derrota de 1821.
Reunió unos cuatrocientos hombres y huyó hacia el interior del país. Se encontró con el caudillo chileno José Miguel Cabrera el siete de junio, a orillas del rió Tercero, juntaron mil hombres y decidieron emprender una campaña contra Bustos, gobernador de Córdoba.

Vivaqueaban en una abra –rodeados de talas y espinillos- cubiertas las espaldas. Los fuegos eran celosamente cuidados para no denunciar la posición. Ambos caudillos –cautelosamente- planificaban la maniobra, haciendo las marcas en el suelo. La Delfina se acercó...
_Mi general...
_¡Espéreme! _Fue la respuesta-orden de Ramírez.
Arrebujada en su poncho, caminó lentamente hacia el río. Un centinela, sobre un montículo, hacía guardia.
El general la alcanzó y le hizo apurar el paso. El soldado advirtió:
_No se alejen mucho, el bicharaje parece alborotado, como si alguien estuviera husmiando...
_¡Mantengasé alerta!

La noche de junio –tachonada de estrellas- hacía presumir helada de manto blanco. Cuando calcularon que estaban a cubierto de miradas indiscretas, se abrazaron y se besaron con ardor.
Ella había recogido una ramita de yerba buena y la tenía en su boca, mordisqueándola. Como si el aroma de sus labios exacerbara su amor de potro salvaje, él la ahogó en besos y cariñosos mordiscos, mientras recorría su cuerpo con las manos.
Buscaron un refugio entre dos árboles –donde acomodarse- y se poseyeron con desenfreno. El atavismo de las amazonas, que recibían, sólo una vez al año a los hombres en el Ponto Euxino para procrear, surgió inconsciente en ella.
_¡Pancho! ¡Quiero un hijo! Un hijo tuyo...
acallados los estertores de l pasión, ella se arrebujó en sus brazos y con los ojos entrecerrados, miraba la lejanía. El alcanzó a ver con el claror que descendía de esa miríada de estrellas, dos diamantes en las comisuras de sus ojos.
_¿Por qué sufre, mi prienda?
_Este Carrera no puede ser su aliado...
_Sabe que no me gusta que se meta en cosas de hombres.
_Cuando me metí, y me hizo caso, no le fue mal. Hay cosas que las mujeres intuimos sin razonarlas. Éste es un bandido y usted un hombre que lucha por la Patria.
_¿Patria? ¿Después de todo lo que he padecido por ella? Mi patria es usted, mi vida...

Dialogaban ausentes. Ella recordaba el día que lo vio por primera vez, el flechazo que sintió. Apenas unos tres años atrás y su inmediata simbiosis: amor, ideales, pasión, luchas... –su total transformación-.
Él creyó ver, en el rielar de un río cercano, su figura de hacendado joven cuando se asoció con la causa de 1810 como chasquero entre Díaz Vélez y Rondeau, y luego se levantó en armas contra la dominación española en la Banda Oriental y Entre Ríos, con López Jordán, Zapata y Díaz Vélez...

Ella suspiró profundo –como si quisiera espantar algún mal presagio-. Él la acomodó a su cuerpo y deslizó su mano por la espalda –levemente transpirada pese al frío- hasta su pequeña cintura y acarició sus amplias caderas de amazona, acostumbrada a montar en pelo, aplastada contra el cuerpo de la cabalgadura y con la cabeza protegida por el pescuezo.
Así comenzaron un nuevo juego amoroso, como si quisieran evadirse de la tristura.
Vitales, dieron gusto a sus cuerpos hasta el éxtasis. En la modorra posterior, ella visualizaba su imagen montando –lanza en mano- junto a su Pancho, atravesando las cuchillas.
Él, como si sus cerebros –además de sus cuerpos- se activaran sincrónicamente, rememoró su cuartel general, en el Arroyo de la China, donde disciplinó rigurosamente e instruyó a sus tropas, con la aspiración de actuar en su Entre Ríos natal, sin desairar a Artigas.
Revivió el sometimiento de Hereñú al gobierno de Buenos Aires –que lo nombró comandante- para que se alzara contra Artigas.
Otro tanto hicieron Corea en Gualeguay, Evaristo Carriego en Paraná y Samaniego en Gualeguaychú. Reavivó en su mente los esplendore de su gloria –la dispersión de las fuerzas de Correa y Samaniego- y cuando Buenos Aires envió a Marcos Balcarce con refuerzos –para unirse a Hereñú, Correa y Samaniego, los volvió a derrotar en Saucecito el 25 de marzo de 1818.
Quedó dueño de la provincia –a la que organizó militarmente- se erigió en gobernador y ascendió a general. A partir de entonces se hizo llamar Supremo Entrerriano...
El alerta del centinela los despabiló y, sin necesidad de decirse una palabra, volvieron al campamento.

Las tropas esperaban a su jefe, pero mucho más a su mujer. Emanaba de ella una dignidad interior –aún sin ropas de combate- que la diferenciaba de las otras mujeres que acompañaban a los soldados.
El poncho raído le cubría la chaqueta y los pantalones, hasta las botas, como el manto de una reina.

Se acostaron y ambos fingían dormir. Sus vigilias eran perturbadas por funestos presentimientos, que agrandaban los leves ruidos de la noche. Ambos habían disfrutado de la sensualidad de la victoria y el poder, ahora sólo un gran triunfo sobre el gobernador de Córdoba (Bustos) podría revertir el camino descendente.
En Cruz Alta se jugó el destino de Pancho y Delfina. Bustos resistió la embestida de Ramírez y Carrera y los hizo retirarse hasta Fraile Muerto, donde se separaron, Ramírez pretendía llegar a Entre Ríos.
Lamadrid y Bustos persiguieron a Carrera, López se encargó de Ramírez. Sin embargo fue Francisco Bedoya –gobernador sustituto de Córdoba- quien obligó al entrerriano a salir de las sinuosidades de la sierra. Lo persiguió hasta San Francisco y lo derrotó completamente.
Huía con su compañera y cinco o seis fieles soldados, cuando advirtió que la Delfina había quedado rezagada, en poder de sus perseguidores. Contra toda lógica y los gritos de sus hombres, volvió para rescatarla.

El pistoletazo del capitán Maldonado acabó con la vida de un hombre que quería salvar a su mujer y a su Patria –era el 10 de julio de 1821- sólo tenía treinta y cinco años. Su cabeza fue enviada a Estanislao López y exhibida en el cabildo de Santa Fe.
El comandante Anacleto Medina –atravesando el Chaco- llevó a Concepción del Uruguay a la compañera de Ramírez, donde murió el 27 de junio de 1839.

La imaginería popular creó la leyenda de las hazañas y pasiones de entrañable pareja. Algunos creían oír –cuando ululaba el viento por la cuchillas- el grito desesperado del gran entrerriano:
¡¡¡DELFINA!!!.

lunes, 28 de septiembre de 2009



TOCATA Y FUGA

AUTOR ROBERTO MIÑOS

Recostado en su sillón, Agustín disfrutaba de la música clásica que tanto amaba, y ese disco era uno de sus preferidos; lo transportaba, lo ayudaba a evadirse de una realidad que él no se animaba a cambiar.
Los últimos compases de "Jesús alegría del hombre" lo habían adormilado, cuando un ruido proveniente de la cocina le hizo entreabrir los ojos.
Como si estuviera mirando a través de un velo vio parte de esa realidad; allí estaba de espaldas Agustina, su mujer: siempre con esas chancletas que parecían formar parte de sus pies, siempre con los ruleros puestos, que sólo se sacaba por las noches para volver a ponérselos al día siguiente y sobre todo con ese ridículo batón a rombos que la hacía parecer un grotesco arlequín, pensó Agustín con rabia creciente, ¡seguro que con el cigarrillo en la boca! se acicateó.
Cuando el órgano de Richter comenzó el segundo tema del disco, Agustín sintió una descarga.
La música, dramática en ese momento, comenzó a martillar con furia su cabeza.
El órgano aumentó su potencia como reclamaba la pieza y él sin saber cómo, se encontró detrás de Agustina.
Cuándo tomó el cuchillo que estaba sobre la mesada, ella se dió vuelta sorprendida por el movimiento que alcanzó a ver de reojo.
El cigarrillo que tenía en los labios, cayó al ver el brazo alzado de su marido, y sólo atinó a levantar los suyos en actitud defensiva, mientras él con furia en el rostro y la música golpeando dentro de su cabeza, clavaba una y otra vez el cuchillo.
Agustín tuvo la extraña sensación de estar mirando la escena desde afuera y cuando el cuerpo de su mujer comenzó a desplomarse casi al ritmo suave de la "fuga" sonrió.
Estuvo un tiempo observando el cuerpo caído, luego lentamente, volvió a su sillón.
Con una expresión serena en el rostro y los ojos cerrados se sintió transportado por la música, cuándo una especie de resoplido lo sacó abruptamente de su ensueño. Miró sorprendido hacia el tramo superior de la escalera, vió allí a Agustina moviendo los labios y comprendió que hacía un momento que ella le estaba hablando.
-¿Estás sordo Agustín?- graznó.
-¡Bajá a buscarme la bolsa del mercado!, sabés que no puedo subir con ella, pero antes cruzá al almacén y traeme una botella de vermouth- y siguió con tono imperativo- y sacá esa porquería de música que estás escuchando; ¡poneme la que a mí me gusta!
Cabizbajo, con movimientos lentos, Agustín guardó su joya musical y colocó el disco de su mujer; se dirigió a la escalera y comenzó a bajar en el momento que desde la bandeja, empezaba a oírse la voz de Palito Ortega.
TARDE LITERARIA CON CRUZADA DE DELETREO



Niñez vengada

AUTORA: Laura Izquierdo
Al maestro con cariño por tantas
alegrías y triunfos.

Odio levantarme temprano los domingos y Luís lo sabe, estoy seguro de que solo para fastidiarme eligió este día para revisar las cosas que quedaron en nuestra antigua casa familiar. El viejo inmueble por fin tenía un seguro comprador y era hora de deshacerse de los pocos trastes que aún quedaban en el lugar. Los muebles y alguna que otra cadenita, anillo o reloj ya habían sido repartidos equitativamente entre los dos (mejor dicho entre Marta y Celina, nuestras esposas)
- No sé para que tenemos qué perder el tiempo, si ahí ya no queda nada que valga la pena, estoy segura de que tu cuñada con tal de no limpiar ella sola, te convenció para ir un domingo, el único día que estás en casa.
El sonido amorfo de la voz de Marta me llegaba tan distante, ¡si ella supiera…!¿Para qué? no entendería...
Yo sabía por qué quería estar ahí cuando se vaciara por completo la casa…
Yo sabía que ahí estaban todavía…
Yo sabía dónde mamá los había guardado cuando a Luís le quedaron chicos…
Yo sabía que era hora de vengarme…
Yo sabía…
Finalizaba el año `73, el 28 de noviembre, desde el viejo televisor blanco y negro toda la familia miraba el partido que trasmitían desde Italia por la final de la Copa Intercontinental, Independiente –Juventus. Todavía la imagen de Bochini gambeteando tanos está grabada en mi retina ¡como grité ese gol! ¡cómo quise ser yo también un jugador del Rojo y darle un pase de gol al Maestro! Tenía apenas diez años y Luís dos menos aunque siempre fue más alto y gordito que yo.
Los botines que lucían relucientes desde la vidriera de la zapatería del barrio, parecían invitarme a patear todos los penales del mundo.
Eran negros con dos franjas blancas en los laterales, ocho ojalillos a cada lado por donde pasaban los cordones grises, los tapones altos, 16 en cada botín, igualitos a los de los jugadores de primera.
Todos los mediodías cuando veníamos de la escuela, yo me detenía a admirarlos, a desearlos, a pedírselos a la vieja una vez más…
- ¡Dale má, comprame los botines, mirá que me saqué otro diez en la escuela hoy!
Prometo hacerte todos los mandados durante un mes sin protestar. Si me los comprás no te pido más nada, ni para mi cumpleaños, ni para Navidad, ni el día del niño, ¡dale mamita!
Mamá me pasaba la mano por los hombros empujándome de al lado de la vidriera.
- ¡Vamos Tato que se enfría la comida!
- Yo también quiero los botines, empezaba Luís.
- ¡para ninguno de los dos, vamos a casa!
Luís no jugaba al fútbol, pero siempre quería lo que yo tenía, heredaba mi ropa, mis juguetes, siempre quería lo que era mío, y siempre lo conseguía. Así fue como en su cumpleaños, su padrino, hombre acaudalado, apareció con una caja rectangular con los botines dentro.
Yo me quedé duro, no lo podía creer. Luís me miró inocentemente y cuando nadie lo vio me sacó la lengua con la caja bajo el brazo corrió a su cuarto.
Los viejos trataron de consolarme, los botines eran muy caros, ellos no podían y yo no contaba con un padrino de guita.
Busqué mil maneras de negociar con mi hermano, le cedí todos mis soldaditos, las bolitas, hasta el álbum de Independiente Campeón completo, pero el muy turro jamás transó. Intenté robárselos de las maneras más disparatadas, pero fue inútil, no me dejaba siquiera tocarlos. Nunca se separaba de ellos y por las noches los escondía bajo la almohada y dormía abrazado a ella.

Llegamos al mismo tiempo. Nos saludamos y entramos por el jardín. La tarea nos demandó casi todo el día y al fin, cuando solo quedaba un rincón oscuro en el último estante tapado por un trozo de lona de la vieja pileta, ahí tome en mis manos la caja rectangular conservada en muy buen estado cubierta de polvo. Con manos temblorosas levanté la tapa…estaban esperándome, negros, con dos rayas blancas a los costados, ocho ojalillos a cada lado donde pasaban los cordones grises, dieciséis tapones en cada uno…Los botines de fútbol con los que soñé hacer un pase de gol al Bocha.
Cerré la caja, nos despedimos de nuestra niñez y a punto de subirnos a nuestros respectivos autos no me pude resistir…
- Luisito,¡ mirá que tengo! Le mostré la caja y sus ojos sorprendidos no llegaron a advertir el corte de manga que le hice antes de irme.
Ya es de noche, me acuesto y abrazo, bajo la almohada, los botines de Luisito.
Las chicas de los jueves



Rodrigo Tacacho, Beatriz Cobos y Juanita Walfisch



LAS GANAS DE FUMAR

AUTORA FERNANDA VALIENTI

Hasta las nueve tengo tiempo para decidir. De cualquier manera sé que van a matarme, les entregue o no los originales.
Si supieran que fue en vano golpearme y revolver toda la casa en busca de esos papeles. No se imaginan que siempre llevo los manuscritos de mi último trabajo en el bolsillo interno del sobretodo, enrollados, por las dudas.
Pero... ¿Podré soportar otra sesión de torturas sin flaquear?. Más que el cuerpo me duele la traición de Alicia. Recuerdo sus palabras cuando le hablé del argumento: “Con esta novela sí que vas a saltar al estrellato. ¡Cuánto me alegro!”.
Hoy me vengo a enterar que estaba involucrada con los mismos tipos que... ¿La habrán tentado con guita?. Desde este cuarto sombrío puedo oír su risa. ¡Mi mejor amiga! ¡Mi confidente! ¡Qué estúpida fui!.
¿Y si les entrego lo que quieren? Tal vez de verdad me perdonen la vida. Acaso Alicia interceda por mí en honor al cariño que algún día nos unió.
Igual, ya no me dejarían tranquila. ¿Valdría la pena seguir en este mundo bajo amenaza y asedio eternos?.
Peor aún. Sin mi literatura no sería nada. Se acabarían los sueños, la libertad se convertiría en cárcel del espíritu. El ingenio mudo, las letras amordazadas, la creación expropiada...
Faltan apenas cuarenta minutos. Ya elegí. Ahora soy la dueña absoluta de mi destino.
Las ganas de fumar son incontenibles (siempre festejo fumando la concreción de una idea). Golpeo la puerta llamándola a Alicia. Le prometo información a cambio de un puñado de tabaco. Sabe que adoro armar mis propios cigarros.
Enseguida está de vuelta con el paquete. Queda algo más de un cuarto de hora. Es suficiente.
Ellos, en el cuarto contiguo, caminan frenéticos, murmuran, se los oye ansiosos.
Yo aquí, tranquila en este rincón mugriento. Aguardando triunfante mientras veo cómo, pitada tras pitada, se va haciendo humo la mejor novela de toda mi vida.
Grupo de taller de los viernes en Centro Cultural Barracasal Sud




LA CAUDILLA
Autor: Américo Barracha

Como un anuncio de la declinación de su estrella, sintió Francisco Ramírez la derrota de 1821.
Reunió unos cuatrocientos hombres y huyó hacia el interior del país. Se encontró con el caudillo chileno José Miguel Cabrera el siete de junio, a orillas del rió Tercero, juntaron mil hombres y decidieron emprender una campaña contra Bustos, gobernador de Córdoba.

Vivaqueaban en una abra –rodeados de talas y espinillos- cubiertas las espaldas. Los fuegos eran celosamente cuidados para no denunciar la posición. Ambos caudillos –cautelosamente- planificaban la maniobra, haciendo las marcas en el suelo. La Delfina se acercó...
_Mi general...
_¡Espéreme! _Fue la respuesta-orden de Ramírez.
Arrebujada en su poncho, caminó lentamente hacia el río. Un centinela, sobre un montículo, hacía guardia.
El general la alcanzó y le hizo apurar el paso. El soldado advirtió:
_No se alejen mucho, el bicharaje parece alborotado, como si alguien estuviera husmiando...
_¡Mantengasé alerta!

La noche de junio –tachonada de estrellas- hacía presumir helada de manto blanco. Cuando calcularon que estaban a cubierto de miradas indiscretas, se abrazaron y se besaron con ardor.
Ella había recogido una ramita de yerba buena y la tenía en su boca, mordisqueándola. Como si el aroma de sus labios exacerbara su amor de potro salvaje, él la ahogó en besos y cariñosos mordiscos, mientras recorría su cuerpo con las manos.
Buscaron un refugio entre dos árboles –donde acomodarse- y se poseyeron con desenfreno. El atavismo de las amazonas, que recibían, sólo una vez al año a los hombres en el Ponto Euxino para procrear, surgió inconsciente en ella.
_¡Pancho! ¡Quiero un hijo! Un hijo tuyo...
acallados los estertores de l pasión, ella se arrebujó en sus brazos y con los ojos entrecerrados, miraba la lejanía. El alcanzó a ver con el claror que descendía de esa miríada de estrellas, dos diamantes en las comisuras de sus ojos.
_¿Por qué sufre, mi prienda?
_Este Carrera no puede ser su aliado...
_Sabe que no me gusta que se meta en cosas de hombres.
_Cuando me metí, y me hizo caso, no le fue mal. Hay cosas que las mujeres intuimos sin razonarlas. Éste es un bandido y usted un hombre que lucha por la Patria.
_¿Patria? ¿Después de todo lo que he padecido por ella? Mi patria es usted, mi vida...

Dialogaban ausentes. Ella recordaba el día que lo vio por primera vez, el flechazo que sintió. Apenas unos tres años atrás y su inmediata simbiosis: amor, ideales, pasión, luchas... –su total transformación-.
Él creyó ver, en el rielar de un río cercano, su figura de hacendado joven cuando se asoció con la causa de 1810 como chasquero entre Díaz Vélez y Rondeau, y luego se levantó en armas contra la dominación española en la Banda Oriental y Entre Ríos, con López Jordán, Zapata y Díaz Vélez...

Ella suspiró profundo –como si quisiera espantar algún mal presagio-. Él la acomodó a su cuerpo y deslizó su mano por la espalda –levemente transpirada pese al frío- hasta su pequeña cintura y acarició sus amplias caderas de amazona, acostumbrada a montar en pelo, aplastada contra el cuerpo de la cabalgadura y con la cabeza protegida por el pescuezo.
Así comenzaron un nuevo juego amoroso, como si quisieran evadirse de la tristura.
Vitales, dieron gusto a sus cuerpos hasta el éxtasis. En la modorra posterior, ella visualizaba su imagen montando –lanza en mano- junto a su Pancho, atravesando las cuchillas.
Él, como si sus cerebros –además de sus cuerpos- se activaran sincrónicamente, rememoró su cuartel general, en el Arroyo de la China, donde disciplinó rigurosamente e instruyó a sus tropas, con la aspiración de actuar en su Entre Ríos natal, sin desairar a Artigas.
Revivió el sometimiento de Hereñú al gobierno de Buenos Aires –que lo nombró comandante- para que se alzara contra Artigas.
Otro tanto hicieron Corea en Gualeguay, Evaristo Carriego en Paraná y Samaniego en Gualeguaychú. Reavivó en su mente los esplendore de su gloria –la dispersión de las fuerzas de Correa y Samaniego- y cuando Buenos Aires envió a Marcos Balcarce con refuerzos –para unirse a Hereñú, Correa y Samaniego, los volvió a derrotar en Saucecito el 25 de marzo de 1818.
Quedó dueño de la provincia –a la que organizó militarmente- se erigió en gobernador y ascendió a general. A partir de entonces se hizo llamar Supremo Entrerriano...
El alerta del centinela los despabiló y, sin necesidad de decirse una palabra, volvieron al campamento.

Las tropas esperaban a su jefe, pero mucho más a su mujer. Emanaba de ella una dignidad interior –aún sin ropas de combate- que la diferenciaba de las otras mujeres que acompañaban a los soldados.
El poncho raído le cubría la chaqueta y los pantalones, hasta las botas, como el manto de una reina.

Se acostaron y ambos fingían dormir. Sus vigilias eran perturbadas por funestos presentimientos, que agrandaban los leves ruidos de la noche. Ambos habían disfrutado de la sensualidad de la victoria y el poder, ahora sólo un gran triunfo sobre el gobernador de Córdoba (Bustos) podría revertir el camino descendente.
En Cruz Alta se jugó el destino de Pancho y Delfina. Bustos resistió la embestida de Ramírez y Carrera y los hizo retirarse hasta Fraile Muerto, donde se separaron, Ramírez pretendía llegar a Entre Ríos.
Lamadrid y Bustos persiguieron a Carrera, López se encargó de Ramírez. Sin embargo fue Francisco Bedoya –gobernador sustituto de Córdoba- quien obligó al entrerriano a salir de las sinuosidades de la sierra. Lo persiguió hasta San Francisco y lo derrotó completamente.
Huía con su compañera y cinco o seis fieles soldados, cuando advirtió que la Delfina había quedado rezagada, en poder de sus perseguidores. Contra toda lógica y los gritos de sus hombres, volvió para rescatarla.

El pistoletazo del capitán Maldonado acabó con la vida de un hombre que quería salvar a su mujer y a su Patria –era el 10 de julio de 1821- sólo tenía treinta y cinco años. Su cabeza fue enviada a Estanislao López y exhibida en el cabildo de Santa Fe.
El comandante Anacleto Medina –atravesando el Chaco- llevó a Concepción del Uruguay a la compañera de Ramírez, donde murió el 27 de junio de 1839.

La imaginería popular creó la leyenda de las hazañas y pasiones de entrañable pareja. Algunos creían oír –cuando ululaba el viento por la cuchillas- el grito desesperado del gran entrerriano:
¡¡¡DELFINA!!!.