martes, 27 de octubre de 2009


MIRADAS

JUANITA WALFISCH

Norma se había quedado viuda un par de meses atrás, pero, aún seguía con la costumbre de ir a comprar el pan, temprano, en las mañanas; ahora solo compraba un cuarto kilo, cantidad que le resultaba suficiente, para acompañar sus comidas diarias.
Un día, como siempre, atravesó el pequeño jardín que tenía frente a su casa y le pareció escuchar un lamento, casi imperceptible.
Detuvo su andar, agudizó el oído, se quedó muy quieta y esperó.
Repetidas veces el débil sonido la fue orientando, se acercó cautelosa para ver de qué se trataba. Era tan pequeño que, casi, no podía distinguirlo entre el césped.
Allí estaba, parecía recién nacido, no tenía nada especial, era un gato…raza gato, solo su mirada dulce y compradora que la estremeció y la impulsó a levantarlo.
Temblaba, a pesar de ser una cálida mañana de enero. “Seguramente tiene miedo”. Pensó Norma.
En ese instante, muchas fueron las preguntas que acudieron a su mente. ¿De dónde será? ¿Quién lo habrá abandonado en su casa? ¿Se escapó y se perdió? ¿Lo estarán buscando? Y la peor de todas, la que la sobresaltó. ¿Qué hago, me lo quedo?
Se sorprendió ¡Hablaba sola! “Yo nunca cuidé animales, no se si estaremos bien, ¿me acostumbraré, sabré qué darle de comer?
Dudaba… ¿Y si se muere? ¿Qué hago?
Mientras estos pensamientos la abrumaban, sintió como el animalito iba dejando de temblar y se acurrucaba en sus brazos. Se sentía seguro, protegido.
Levantó la cara y la miró fijo, directo a los ojos, su mirada era una súplica.
Norma pensó: “Desde que Armando murió, estoy tan sola, quizás, me sirva de compañía y yo a él”. – ¿Qué tal?- le preguntó sonriendo; parecía esperar una respuesta.
Volvió a entrar. Lo acomodó sobre uno de los sillones de la sala y apuntándole con el dedo índice, le dijo:
-Bien…bien, bien, desde hoy este será tu lugar y te llamarás…te llamarásss ¡Pepe!, así que Pepe, está prohibido subir a las sillas, pues tienen tapizados de gobelino, que es muy caro y se pueden arruinar. Además, nada de saltar sobre la mesa para el té ¿Nos entendemos?
El pequeño gato, mirándola con sus ojos verdes, agradecido y, con un suave “miau”, dio
a entender que aceptaba los términos impuestos por su nueva ama.
Resultaron ser muy buenos compañeros. Él la seguía a todas partes; si era a la cocina, donde comían, se sentaba, esperaba tranquilo, mientras miraba todos los movimientos que ella realizaba para preparar lo que iban a comer.
Cuando Norma se dedicaba al aseo de la casa, Pepe, se paraba en la entrada de la habitación y desde allí, sin mover la cabeza, la miraba sin perder un detalle.
Se inquietaba un poco, cuando ella salía para hacer las compras y, demoraba más de lo normal; entonces, se paseaba, impaciente, por el hall de entrada, hasta que la veía regresar, su mirada se tornaba como de reproche, pero al fin, terminaba acariciando sus piernas, en señal de que había perdonado su tardanza.
Para Pepe el momento de mayor satisfacción era cuando se sentaban a mirar televisión, él se acurrucaba junto a ella, se quedaba muy quieto, entrecerraba los ojos y disfrutaba las caricias de sus manos.
Norma recibía todos los jueves a sus tres amigas de toda la vida; llegaban a las cuatro y media y se iban, más o menos, a las siete.
El té de los jueves era un ritual; cada una tenía asignado un lugar, producto de la costumbre de ocupar siempre el mismo, desde hacía tantos años.
Alicia, estaba casada; conservaba la belleza de su juventud, era delicada y de sonrisa fácil. Ocupaba su tiempo entre su hogar y tres nietas, que la volvían loca de felicidad y orgullo. Se sentaba frente a Norma.
Por su parte, Cecilia, separada desde hacía tantos años que, casi, no recordaba que alguna vez había estado casada, trabajaba medio día para ayudarse, ya que con la jubilación no le alcanzaba para cubrir sus gastos, era la más gordita de las cuatro, muy simpática y tenía el don de contagiar, a sus amigas, su optimismo y alegría.
Ocupaba la silla ubicada a la derecha de la dueña de casa.
La mayor de todas, pero por poca diferencia, era Patricia, hablaba sin respirar, desde que se había quedado viuda y sin hijos, la soledad la impulsaba a desbordarse cuando se encontraba con sus amigas, que la escuchaban con atención, ya que era culta y refinada.
Ocupaba el sitio restante en la mesa.
El primer jueves que vieron a Pepe les llamó la atención, pero, después la costumbre hizo que pasara desapercibido.
Por otro lado, él no se movía de su lugar, jamás las molestó. Parecía haber entendido, muy bien, las palabras que Norma le dijo el primer día que lo trajo a la casa.
Simplemente… las miraba.
Pasaron los años y todo seguía el curso acostumbrado; sólo Pepe cambió, dejó de ser un “gatito” y se transformó en un hermoso gato de pelo gris, brilloso y suave.
Un jueves, Norma, a las tres y media, se dispuso a preparar la mesa para el té.
Acomodó los cuatro individuales, con sus respectivas servilletas, frente a cada una de las sillas, los platos, las tazas de porcelana y las cucharas de plata, que parecían espejos. En el centro de la mesa, sobre una carpeta de macramé, dispuso una canasta con panecillos y galletas caseras, un plato con scones y cuatro porciones de torta galesa. En tres pequeños recipientes colocó mermeladas de diferentes sabores y espátulas para untar.
Cuando estaba acomodando el servicio de la izquierda, es decir, el que ocupaba Patricia, se sobresaltó.
Encontró, por primera vez, sentado en la silla a Pepe, quien con la pata derecha corría el plato con la taza para un costado.
Desconcertada por la actitud, volvió a colocar el servicio en su lugar y, una vez más, Pepe lo corrió, en tanto la miraba entre desafiante y apesadumbrado.
Colmada su paciencia y, con un reto, lo envió a su sitio en el sillón.
A las cuatro y media, sonó el timbre. Llegaron Alicia y Cecilia. Entre besos, sonrisas y saludos acostumbrados, informaron que Patricia se debía haber retrasado, ya que no tomó el tren con ellas, como siempre.
-Seguramente estará por llegar –dijo Alicia, agregando- son tan solo dos estaciones.
-Quizás optó por el colectivo- respondió Cecilia, mientras dejaba su cartera sobre el sillón-a veces no quiere caminar las cinco cuadras hasta la estación.
Esperaron.
Mientras tanto, charlaban despreocupadas de los sucesos de la semana.
Cuando el reloj marcó las “five o’clock “, decidieron no esperar más y se acomodaron, no con poca preocupación, cada una en su lugar de costumbre.
Casi al mismo tiempo sonó el teléfono.
-Debe ser Patricia-comentó la anfitriona, mientras se dirigía para atender.
-Hola, si, ¿Quién habla?- contestó al desconocer la voz del otro lado.
-Si, si, soy yo- respondió
-¡¿Cómo?!- dijo con voz entrecortada mezclada con asombro.
De inmediato rompió en llanto y no pudo hablar más.
Colgó.
Las dos amigas la rodearon y, sus miradas lo decían todo, querían saber qué, pasaba.
Norma trató de recomponerse y sin parar de sollozar, les dijo:- Avisaron que Patricia falleció hace unas horas.
-Pero, ¿qué le pasó?-atinó a decir Cecilia, antes de empezar a llorar ella también.
-Un, un… paro cardiorrespiratorio –fue la respuesta.
Alicia se sumó al llanto con tanto desconsuelo, que terminó desplomándose sobre su silla, casi, al borde del desmayo ante la impresión que le causó la noticia.
Sus dos amigas trataron de asistirla, sacando fuerzas para ayudarla a pesar de la tristeza que también las embargaba.
La reunión se fue desvaneciendo, sólo se habló de los arreglos para encontrarse con el fin de despedir los restos de quien fuera su querida amiga.
Cuando Norma se quedó sola, se acercó a la mesa, hasta el lugar que, de ahora en más, permanecería vacío y un escalofrío recorrió su espalda.
Recordó la escena.
Pepe, sentado en el lugar de Patricia, corriendo la taza en dos ocasiones.
Se dio vuelta y lo miró fijo. Sus miradas se cruzaron y, él sosteniendo la suya, parecía decirle.” Yo te avisé que no iba a venir”
Pasó el tiempo.
Las visitas de los jueves volvieron a reanudarse. Las tres amigas continuaron con sus charlas, sus recuerdos, trataban de que todo pareciera igual, muchas veces nombraban a Patricia, realmente la extrañaban.
Pero, algo cambió en la relación entre Pepe y Norma.
Antes, él la seguía con la mirada.
Ahora, es ella la que, en forma permanente, lo observa.
Sobre todo los jueves a la hora del té y cuando ve que, Pepe, merodea cerca de las sillas.

“UN HOMBRE MAYOR”

ADELA DEZA


El coche arranco rápido, sentadas iban tres hermanas, adelante su anciano padre.
Las jóvenes charlaban animadamente, sin darle ingerencia a su progenitor, que permanecía en absoluto silencio.
Ramón es un octogenario, de cuerpo magro, bajito, enjuto, pelado … ; está deteriorado por el paso de los años.
Excesivamente sordo. Por suerte no escucha lo que hablan sus hijas.
Una decía: -últimamente está insoportable, se levanta de noche, no encuentra la luz para ir al baño, tira las sillas o cuanto encuentra a su paso. Si sigue así, lo llevo a la pieza de servicio, que tiene el baño al lado y así voy a poder dormir-.
La otra comentaba: - en casa se tomó la costumbre de hacer ruido cuando toma la sopa y mastica con la boca abierta, a mis hijos ¡les da asco!.
El viejo mira por la ventanilla pasivamente, con esa indiferencia que parecen tener los ancianos, cuando no les interesa lo que pasa a su alrededor.
De pronto se detiene el auto. La que conduce vuelve a hablar.
-¡Abrí la puerta!, que yo saco la valija-
-Bueno, vamos papá, agárrate de mi brazo, pisa bien, a ver si te caes-.
-¿Dónde estamos?, ¡ah! En lo de Cecilia, ¡qué buena es mi nuera!-.
-Sí, este mes te toca con ella-.
-¡Qué bien!, ¡qué buenos son mis hijos!, ¡qué buenos!-.
Lo conducen lentamente hacia la casa, trasponen la vereda y tocan timbre.
Cecilia los recibe, con rostro serio y disgustado.
El hombre mayor, esboza una sonrisa y al darle un beso en la mejilla le dice: -Gracias querida. ¡Qué buenos son todos conmigo!. Tengo que darle gracias a Dios por los hijos que tengo!-.

SABRA *

ELBA GALLENTI

Así es, hijo mío, sé sincero,
antes que a nadie, a vos mismo,
y cuando andando caminos
tu entorno se haga desierto,
verás que sin descontento
tu vida se siente sabra.
Sabra de pétalos fuertes,
blanco perfume en la arena.
Atrevimiento glorioso.
Cuanto más solo de lejos
se mostrará tu presencia.
Allí donde nada crezca
serás oasis de vida.

Buscá la paz, hijo mio,
desconfiá de las alturas,
que el águila que deslumbra
vuela sola. No comparte,
no domina.Sólo mira,
apetente y solitaria
desde arriba.

(*) flor del desierto de Néguev

viernes, 2 de octubre de 2009



TRES VASIJAS

AUTORA CARMEN BRUNO


Presencias de las sierras,
pendones y espadas
en pro de la conquista.
Se derraman por igual
la sangre del nativo y el hispano
sobre la tierra fecunda…
Pero sólo germina la del blanco,
se expande en riquezas
se multiplica en ciudades.

Del nativo sólo restan
fantasmas rondando las pircas
y en el sucio anaquel
de un incierto museo
tres vasijas.



CONVENTILLOS

AUTORA: ELSA FRIGENI MUSACH

Deseo hallar la diferencia, que sin duda existe, entre un conventillo, que tantas veces fueron descriptos por plumas famosas, con el edificio de catorce pisos en el que vivo.
Busco con empeño la disparidad.
Sin proponérmelo, después de convivir durante veinte años con tantas personas, les tomé cariño a mis vecinos.

He visto nacer a muchos de lo ahora son adolescente. Escuché en las noches el llanto de esos bebés. No me molestaban, era lo único que podía hacer un recién llegado a este mundo. Cuando nacieron los mellizos del cuarto, yo vivo en el tercero, oía los pasos de los padres paseándolos hasta que se calmaban. Ahora ya son los de ellos junto con sus juguetes. ¡Cómo pasó el tiempo, ya tienen un año y medio, están hermosos son igualitos!.
Por lo general somos tranquilos, si no fuera que sin darse cuenta, dejan mal cerradas las puertas de los ascensores y no responden al pedido de ¡ASCENSOR! repetido varias veces, a mí me cuesta transitar las escaleras, pero... hay que aceptar estos inconvenientes, sobre todo cuando quedan en la planta baja, se comprende que salieron muy apurados por llegar al trabajo o al colegio, son muy cumplidores con los horarios.
A la hora de la cena pasa algo que me da un poquito de asquito, es el aroma que sube o baja de las cocinas de los departamentos. Claro que yo comprendo cada uno hace lo que quiere o puede, pescado, milanesas, salsas, puchero, bueno... a mí me molesta porque a esa hora yo tomo un tecito con leche con tostadas con miel, no me conviene acostarme con el estomago cargado, por los años que tengo, me dijo el médico, y yo le hago caso, si no duermo mal.
Igual de noche me despierto cuando de pronto se oye el vocerío del matrimonio del quinto recriminando a su hijo , y a la chica también ¡eh!, ¡te dimos permiso hasta las doce y mirá la hora que es y en que estado llegas!. Yo prendo mi velador y observo el reloj, son las cuatro de la mañana , pero, ... pobre pibe, quizá está transpirado porque llegó caminando, con las huelgas sorpresivas del transporte que cuando no son los trenes son los subtes y ¡cuantas veces los colectivos!. Pobre muchacho lo tienen que comprender. La semana pasada la discusión fue con la hija, pensar que a estos los conozco desde la panza de su mamá.
En mi piso hará dos años que se desocupó un departamento y lo alquiló una muchacha. Con esta duermo menos porque a cada rato llama al ascensor baja y enseguida sube y repite esto varias veces durante la noche, creo que tiene menos memoria que yo, debe olvidarse de comprar cigarrillos o pastillas de menta o caramelos ácidos, tiene suerte que el quiosco está abierto toda la noche, la pobre después duerme todo el día, recién sale a dar una vuelta a la tardecita. Claro que yo tengo el sueño muy liviano, como se dice, y como soy muy mayor no necesito dormir tanto.
La vez pasada, era de día. Sentí unas sirenas y me asomé al balcón, había llegado un móvil policial y detrás una ambulancia, ¿qué ocurrió?, Según me dijo el encargado del edificio, un señor que vive en el séptimo con su esposa llegó mas temprano de lo acostumbrado porque se sintió enfermo en el trabajo, pero como es muy nervioso se peleó con su mujer porque encontró en su casa a un señor que había ido a visitarlos y en vez de ser cordial con esa persona comenzó a los golpes con él. Bueno en definitiva a la mujer la sacaron en camilla y rápido salió la ambulancia, y a los hombres los llevó la policía en el móvil.

No todo es molesto. En ocasiones se hace presente la solidaridad.
Está aquella vecina que alcanza un tazón de caldo a una persona que está con gripe, y otra que va a la farmacia en busca de un medicamento, o nos ofrecemos a cuidar a una criatura cuando la enferma es la mamá o un imprevisto la obliga a salir rápido, o sacar de apuro a la que está preparando un postre y no le alcanza el azúcar, la del departamento de enfrente la salva.
He hecho amigas porque necesitan compañía. Una charla, un té, unos mates ayudan a salvar la situación. Los añosos salimos favorecidos en esta maraña que nos rodea. Siempre aparece, sobre todo en días muy fríos o lluviosos, de algún piso una persona, incluido el encargado, ofreciéndose para irnos a comprar alguna cosa que necesitemos. La concordia está presente.

Llego al final y no encuentro la diferencia que creí hallar.
Los seres humanos cambiamos en apariencia, en costumbres particulares, pero los sentimientos y o problemas salen a flor de piel en grandes conventillos horizontales del l900 como en los grandes conventillos verticales del 2008.

BASTIANO

AUTORA: JUANITA WALFISCH
El cuerpo de Patricio yacía boca abajo, sobre la escasa hierba del campo de batalla.
Tenía los ojos cerrados; un intenso dolor en el pecho, cerca del hombro derecho, lo mantenía inmóvil
De pronto sintió, sobre el costado izquierdo de su cuerpo, un suave empujón. Algo o alguien estaba tratando de sacarlo del estado de desvaneci miento en el que se encontraba.
Pestañeando muy lentamente comenzó a tomar conciencia del lugar.
Con la cabeza, aún, apoyada sobre el suelo, observó la escena que se presentaba ante él.
El campo era un tendal de cuerpos destrozados por la lucha, uniformes de los dos bandos se había unido en ese trágico final que les era común.
Se encontraba en presencia de la muerte, el olor de la sangre penetraba por su nariz e inundaba sus sentidos. Pudo escuchar los gritos de dolor de otros sobrevivientes, que parecían llegar a sus oídos de todas partes.
Nuevamente sintió sobre su costillar izquierdo un empujón.
Giró un poco la cabeza y pudo ver a su caballo, Bastiano, que con el hocico insistía en reanimar a su amo.
El soldado intentó levantarse, pero el dolor de la herida lo obligó a desplomarse, casi, al borde del desmayo.
Sintió la tibieza de su propia sangre que había formado un pequeño charco, sobre el cual cayó.
El noble animal caminó unos pasos, se acercó de manera que la mano izquierda de Patricio pudiera tomar la rienda y ayudándose con ella, consiguiera ponerse de pie. Temblaba.
El dolor lacerante del hombro, casi, no lo dejaba respirar.
Apoyado sobre la montura, tuvo una visión completa del horror.
Los cuerpos desmembrados yacían por doquier; la sangre y la pólvora formaban una combinación irrespirable, los gemidos de algunos moribundos, lo estremecían.
Contrastando con tanta destrucción, divisó a lo lejos las colinas, verdes, exuberantes, bañadas por el sol de un atardecer para el olvido.

Bastiano dio un paso, el movimiento sacó de su ensimismamiento al joven.
Con gran esfuerzo, lo montó.
El caballo, tratando de esquivar los cuerpos inertes, comenzó a alejarse.
Se dirigió por una huella que se internaba en un pequeño bosque.
Parecía saber que ese camino, de árboles con sus troncos enérgicos y aromáticos, de ramas frondosas y hojas frescas, daría a su amo el alivio del aire renovado que lo llevaría por el sendero de la esperanza hacia la vida.

¿VERDAD O CONSECUENCIA?

AUTORA: SILVIA OLIVER


José y Alicia, cada vez que se iban a ratear, monopolizaban el mismo punto en común que los otros chicos para reunirse, la calle de atrás del colegio, ese martes era unos de esos días de rateada masiva.
Asistían a la Escuela media n°4 de Gerli, en ese entonces el colegio usaba el edificio de la 37 que estaba sobre Lacarra. Ambos cursaban el 1° año 3° división del ciclo polimodal vespertino, entraban a las cinco de la tarde hasta las diez y veinte de la noche ó a las once cuando tenían séptima.
Que se pusieran a salir fue una casualidad, ella le estaba haciendo gancho a una amiga, entre que… Siiii, que después le digo en el otro recreo, me parece que mejor no,.. fueron pasando los meses y, lo que al principio se trataba de llevar el mensaje y retirarse, con los días pasó a ser una excusa para charlar.
-¿Alicia, jugás a verdad ó consecuencia?-
- Dale-
-¿Y vos José?-
- Está bien-
- ¡¡¡Vengan para acá “monguis”!!! No hagan ruido, que si nos descubre la Pepa nos liquida-
Otro lugar en común era el laboratorio cuando querían ratearse de una clase que generalmente era dibujo, (total “la Isis” nunca se daba cuenta). El Buchi tenía una copia de la llave del laboratorio, heredada del hermano mayor, que en su momento había sido ayudante de la López (la de química) y le había confiado una llave. Por supuesto que él se encargó de duplicar.
Con las luces apagadas y escondidos debajo de las mesadas de mármol, creaban durante un rato un mundo perfecto, al tamaño de ellos, con sus reglas de juego, sistema de convivencia, roles, con su justicia y también sus injusticias, una orbe dentro de otra.
- Mónica, ¡verdad o consecuencia!-
- Verdad-
- Es verdad que te gusta Castro-
- ¡¡¡Hay siiii, me súper gusta!!!-
- Castro, verdad ó consecuencia-
- ¡Consecuencia!-
- Tenés que “rascar” diez minutos con Mónica-
Así se formaba el círculo, por supuesto siempre se contaba con la complicidad de la mediadora de turno.
- Alicia verdad ó consecuencia.-
- Verdad-
- ¿Es verdad que de tanto llevarle mensajes de Claudia a José, ahora el te súper gusta?-
- Si, loca, ¡yo te lo conté a vos! pero no tenías que quemarme-
- José verdad ó consecuencia-
- Consecuencia-
-¿Quién dijo que tenés que ir con Alicia debajo de las piletas y rascar con ella por diez minutos?-
- qué se yo, ¿vos?-
-no ¡¡¡perdiste!!!-
- Adri, verdad ó consecuencia-
Y el juego seguía, a veces se trataba únicamente de pasar el momento, otras se formaban esas especies de noviazgos que para ellos eran vergonzosos, y para las chicas prometedor.
De esa manera comenzaron a salir.

Cada uno arrastraba un bagaje de cosas, algunas propias de la adolescencia, otras… heredadas, de sueños, de fracasos, de mal aprendizaje, de mala educación, de educación desinformada, de falta de información.
Ellos no registraban el “no te metas, por algo se lo llevaron, ¡está el toque de queda! No podés andar en la calle…estamos en estado de sitio”… ellos a sus quince años él y trece ella, a pesar de vivir en los finales de los ’70, no registraban su entorno, no fueron educados para registrar el entorno, sino para obedecer el ¡No! ¿Por qué? ¡Porque no! ó ¡Si! ¿Por qué? Porque sí…ese era el motivo que los empujaba a buscar desesperadamente un lugarcito para respirar libertad y por unas horas afloraba la rebeldía natural de los adolescentes, haciéndolos tangible en sus rateadas.
Así con el tiempo seguían juntos, ella cumplió los quince él dejó de estudiar, pero seguían viéndose en la puerta de la escuela, y en casos como el de ese martes, robarle unas horas a la persecuta de los adultos.
Ese día Alicia lo va a recordar por dos acontecimientos uno muy importante en ese momento, otro, el tiempo y la historia le contaron de su trascendencia.
-Allá viene el Tano, avisále que hoy no entramos que nos rateamos todos-
-¡Corran, que viene la preceptora! ¡Dale Gallega que viene la Pepa!-
Generalmente, era la forma de terminar la tertulia se dispersaban rápido, algunos iban hacia la placita de Bustamante, y los enamorados hacia el puente Delaserna, ¿La excusa? pararse arriba del puente y esperar que pasen los trenes, por su condición deplorable temblaba toda la estructura y más cuando se cruzaban los convoyes que iban hacia ambos lados. La realidad era que esa zona estaba menos iluminada y los enamorados podían jugar a ser adultos tratando de descubrir su despertar sexual.
Temática que no manejaba muy bien Alicia. -¡Vos tenés que cuidarte, los hombres quieren hacer la porquería y después te dejan embarazada!-
-¿No entiendo, cuidarme cómo mamá?-
- Mejor, lo único que tenés que entender, es que al matrimonio se llega virgen-
Lo poco que sabía era lo que charlaba con las otras chicas y generalmente, esta no era una fuente confiable. -Mirá, primero sentís que te duele y después ya está-
- Pero… ¿Cuánto dura el dolor?-
- Un minuto, que se yo…-
-¡¿Y ya está?!-
- Y si… ya está… no sé… ¿hace fiesta de quince Adriana?-
- No el padrastro no la deja… pero seguí contando…
Así saltaban de una investigación a la otra cada vez desinformándose más.
Esa noche el puente estaba más solo que nunca, eran ellos cuatro Alicia, José, Adriana y el negro Castro, aventurándose al temblor del puente y a la suerte de conseguir algo más.
-¡Dale, que te cuesta!-
-No-
- Yo te cuido, te juro, sé como cuidarte-
-No, te dije que no-
- ¿Te da vergüenza? Mirá que no se lo cuento a nadie. ¿Es por vergüenza?-
- No… no quiero, ¡me dá miedo!-
-¿Miedo de que boba? Si no te va a pasar nada, te juro… dale, loca, ¡decí que sí!-
-Pero acá arriba del puente ¡nos van a ver todos!-
-¡No! Vamos allá atrás de la calesita-
- Pero Adriana…-
- El negro y Adriana también van para allá, dale vamos-

Tomaron coraje para cruzar el tramo que les faltaba del puente y dar un nuevo paso en la vida. Cuando volvieron a bajar las escaleras, frente a ellos como aparecidos, estaban dos hombres de gruesos bigotes, con caras de padres acusadores. A medida que se acercaban, parecían más altos, más grandes, sus uniformes más azules aún.
-¿¡Qué hacen aquí?!-
-Nada Señor- contestó el negro Castro que era el mayor de los cuatro.
- ¡¡¡ Maidana, revise a los pibes!!!-
-¡¡¡No por favor señor no estábamos haciendo, nada!!!-
-¡¡¡De donde vienen!!! No saben que estamos en estado de sitio-
- Estábamos en la placita- una voz finita salió de José. Alicia y Adriana comenzaron a llorar, el miedo había invadido su cuerpo, el metro noventa del negro Castro se perdió en la inclinación de su espalda, estaban desfigurados. Les habían enseñado tenerle miedo a la autoridad.
- Mocosos de mierda, después si les pasa algo la culpa es nuestra ¿¡No?!-
- No señor-
- Maidana, ¡súbalos al coche!-
Los cuatro lloraban, tenían miedo de que los padres se enterasen. Ya se imaginaban los castigos que iban a recibir en sus casas, el grito de sus madres ¡Por qué me haces esto!¡Yo que te doy todo, casa, comida, ropa, y vos me haces esto!... el desprecio de los padres ¡es tu culpa, se les da de todo!¡trabajo todo el día y encima vengo y me tengo que hacer mala sangre!¡Si sigue así que se vaya a la calle!¡No lo quiero más acá!.
Y así fue, cada uno recibió un castigo, meses sin salir las chicas, confiscarle el sueldo entero a los chicos, la advertencia del agente- Señora cuídela, diga que la encontramos nosotros…y la trajimos directo a su casa… podía haber sido distinto… Y vos toda una señorita, ¡¿no te dá vergüenza hacerle esto a tu pobre madre?!-

A Alicia le queda el recuerdo de su último año de secundaria, después dejó el estudio, dejó a José, dejó su adolescencia, y guardó los recuerdos. El tiempo se encargó de demostrarle que aquella noche fueron dos las anécdotas que le quedaron para contar.
AUTORA: GRACIELA MORENO

Casi…diez décadas recorrí,
sonrisas/ lágrimas
lágrimas / sonrisas
entrelazadas a los latidos de mi corazón.
Hoy la luna, me acaricia sutilmente,
cierro los ojos…
La niña pasa a mi lado,
canta …baila…sueña…
Llega hasta los brazos de su bisabuela
y se duerme mientras Luisa ,entona
una canción italiana en sus oídos.
¡Niña, niña!
Casi… diez décadas, habitas en mi alma.