lunes, 21 de diciembre de 2009




SILVIA OLIVER

Comunión

Los trozos se desparramaron por todo el salón, ¡Me costó horrores encontrar cada fragmento para armar tu rostro! Actué desesperado por la angustia de perderte y me arrojé desde la ventana al piso: Estallé.
Y fuimos uno…Y fuimos miles.

Ya no andaré solo por la eternidad.





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Yo Argentina
(Ó Las Babas de Girondo)

Como él lo dijo: Apareciste efervescente, hedionda, cáustica, rancia, agria, y me fuiste envolviendo en tu consistencia viscosa, adhesiva. Sembraste en mis entrañas tus ideas putrefactas, tus miradas turbias, tus olores pestilentes, y cuando mis huesos quedaron carcomidos, mis ideales viejos y gastados, mis palabras tartamudas de efecto y afecto, te fuiste de mí… Con usurarias amenazas de volver.

Entonces caí de rodillas, me hice un ovillito y lloré hasta quedar oxidada de vos.



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Este oficio de escritor

Querido mío, si me dijeras ahora mismo: Ve por las brazas a la par de mi camino, y no mires hacia atrás solo sigue tu rumbo junto a mí. Juntaría mis papeles, mis lapiceras y te seguiría.
Si en cambio, me pidieras que olviden mis ojos la caricia de la tarde,
y mi cuerpo el dulzor de la noche, obligándome a confinar esta materia en un sarcófago egipcio junto a vos eternamente. Tomaría un par de libros y ahí me tendrías.
Pero no me pidas ¡No lo hagas cariño!… que resigne mis libros, mis papeles sueltos, mis pequeños lapicitos, el tic de tachar ó de escribir sobre lo escrito, las noches en vela con las musas dormidas ó el café frío de esperar un verso.
Esa es mi verdadera fuente de vida ¿Entiendes?
Por que las palabras muerden mis dedos y si no las plasmo me desangro, entonces las sílabas agonizarían gota a gota, y junto a ellas dejaría de existir la parte de amor que te corresponde.
Por ese motivo y no otro: cometería el pecado de abandonarte. Es necesario mi amor que sepas que no estoy dispuesta a vivir desnuda

NORMA BERRETTA

Siempre pensaba en mudarme de casa, era una idea obsesiva, o tal vez algún trauma psicológico que arrastraba desde mi niñez.
Mi primera casa era un departamento de dos ambientes, iluminado completamente; allí fue donde nació mi primer hijo. Todos los juguetes invadían el lugar. En esa casa fue donde aprendí a criar un bebé, a cambiarlo, a darle de comer, a bañarlo. Era todo tan complicado y bello a la vez.
Mi segunda casa era un departamento de tres ambientes, con una terraza que era mi alegría. Ahí ya había nacido mi segunda hija, y los tres juntos disfrutábamos de una “pelopincho” con todo amor.
Mi tercera casa era la ideal, enorme, con tres dormitorios, comedor diario, comedor principal, escritorio, patio y terraza. Ahí disfrutamos de asados hechos por Omar, y también de nuestra pileta, rodeada de hermosas plantas que invadían el patio y la terraza.
Tal vez recién ahora haya alcanzado lo que yo deseaba.

EL GATO Y EL TACHO


ESTHER RODRIGUEZ

¿Qué estará pensando el gato?
En medio de la naturaleza,
Parado en sus dos patitas,
Muy cerca de un tacho.

Pensará que ahí hay comida.
Una lata de sardina.
¿Qué estará pensando el gato?
Entre tantas plantas y hojas,
Pero sin el perfume de una rosa.

¿Estará buscando una estrella
Para llegar a la luna?
Seguro que en vez de queso
Encontrará ratones traviesos.

¿Qué estará pensando el gato?
Tal vez sólo busca una gata,
Para pasar el invierno,
Los dos juntitos dentro del tacho.

CAMBIO DE PIEL

DIANA DE MENDONCA

Apareció de la nada. Pero fue notorio, allí estaba.
Tenía un cuerno enhiesto en la gelatinosa cabeza, textura que contrastaba con el resto del cuerpo .Su aspereza, cuando logré tocarlo, me hizo recordar las reiteradas sequías que asolaban el lugar.
Soledades de campos yermos por los castigos inflingidos al planeta.
Apareció de la nada y desafió al viento que no lo detuvo. Su consistencia de liviandad hacía que tambaleara, retrocediera y arremetiera pero seguía oscilando ante mis cansados ojos.
¿Para qué vino?, ¿Qué o quién era?...su aspecto contrahecho, sensible al manoseo, desgranándose por partes ante las diferentes presiones de los aires, de los vientos, me sacó del ostracismo acostumbrado.
No tuve miedo al tocarlo. Lo hice lenta, muy lentamente. Vi su palidez extrema…¿Nadie lo habría tocado en la orfandad de su vida?...la aspereza era mayor en determinado sectores. Quedó inmóvil y en medio de esa quietud parecía un náufrago silente en un mar terrestre.
Al apoyar mis manos haciendo más presión, noté que el cielo comenzaba a oscurecerse. No sé movió, no me atacó.
Descubrí detrás del cuerno unos ojos tiernos poseedores de cierta humedad; Por éstos lugares hacía tanto tiempo que no había humedades ni rocíos…tanto, que ni nos acordábamos como era llorar.
Acaricié su rostro, tan contrahecho como el resto; al hacerlo sentí una ansiedad creciente. Bajé en la caricia por su pecho desprovisto de músculos; el cielo se oscureció más. Densos nubarrones envolvieron la reseca nostalgia del lugar.
Avanzó. Vi como poco a poco sus alas perdían las plumas para convertirse en cálidos brazos. Me atrajo hacia él. Continué sin atisbo de miedo. Otro sentimiento comenzaba a movilizarme.
Deslicé mis manos por las piernas laceradas. El cielo oscureció más. Su piel, como una especie de encaje sutil comenzó a desgranarse en el suelo.
Al tocar ambos lados de su cuerno, éste fue achicándose, retrocediendo.
Apareció en su lugar un perfil humano y los ojos, que arrojaban lágrimas de alivio, se clavaron desesperadamente en los míos.
Me apretó con los brazos recién nacidos que se tornaron musculosos y fuertes ante el contacto. Quedamos adheridos átomo a átomo.
La negrura de una noche en medio de la reseca mañana descendió al lugar y al corresponder al abrazo de la figura decididamente humana, la lluvia comenzó a tallar en la sequía del terreno, el verde de la esperanza…la maravilla de la vida.
Ya no me importa para qué vino, ni quien quiera que haya sido.
Tomé al hombre, que mutó gracias al influjo del amor, como talismán para no dejarlo nunca.
Ahora, mi corazón late a su ritmo y juntos disfrutamos del río que nos lleva sobre su antigua piel hacia el valle donde levantaremos la cosecha el próximo verano.

miércoles, 25 de noviembre de 2009


LOS ESPEJOS

LEONOR EMMERICH


Sintió un fuerte golpe...

Entró en una habitación, en penumbras, cubierta de espejos. Descubrió por los destellos de los mismos, que un atrapasueños, colgaba del techo, balanceándose sin cesar. Le agradó. Era de tamaño mediano, tenía su infaltable red y parecía estar orlado de plumas. A ella le agradaba soñar…
Se paró, frente a uno de ellos y comenzó lenta y pausadamente a quitarse la ropa. Quedó desnuda. Extrañas criaturas la espiaban desde los ángulos vidriados. Su imagen se repetía en una secuencia interminable.
El cristal frente a ella se plegó en ondulaciones, con matices del gris humo al argéntico. De pronto se rasgó en bordes angulosos desiguales y un pórtico se extendió frente a ella.
Penetró en un pasillo totalmente espejado, que cada vez se estrechaba más y más, hasta que su cuerpo chocó con el borde romo. El frío de ambas paredes hizo temblar su cuerpo y un nuevo portal, le dejó paso.
El paisaje era maravilloso, los tonos pasteles se mezclaban con un estallido de colores en extremo saturados, en una concordancia perfecta.
Seres alados, de diversos tamaños y armoniosas formas, la rodearon. Recordaba haberlos visto espiándola, mientras se desvestía. Ni un mísero trapo cubría sus cuerpos. La


condujeron por un sinuoso sendero, bordeado de flores, mientras sensuales fragancias, la envolvían.
Llegaron a una morada de forma de media luna, construida con piedras semipreciosas totalmente traslúcidas y en extremo delgadas. El recinto era acogedor. La sensación era agradable. En el fondo, en una elevación del piso, se encontraba él, el hombre de sus sueños. La felicidad la invadió, después de tan larga búsqueda, en sus imaginarias aventuras, lo había hallado.
Se miraron, compenetrándose uno en el otro.

Cerró los ojos, volvió a abrirlos, notó que estaba desnuda, tendida en la cama, cubierta por una manta, en una habitación de paredes peladas, con sólo un crucifijo sobre su cabeza.
La voz sarcástica de un hombre, a quien reconoció como su marido, le preguntó:
- ¿Cómo te sentís querida?
Intentó hablar, intentó moverse, no podía; y comprendió que nunca más podría.
Miró para adentro. El atrapasueños se balanceaba…